Lo dice bien claramente Jesús: El que cree en el Hijo, posee la vida eterna. No dice que poseerá, sino que ya ha entrado en su posesión, que le pertenece la vida que no acaba como injertado en Dios. Será todo como una prolongación eterna de la vida que se está viviendo aquí.
La posesión clara de Dios es un don de la fe en su Hijo. Dios de deja poseer por quienes creen en él y le aman. Y no es difícil ver aquí una correlación con aquellas otras palabras de que quien cree en su palabra, no morirá. San Juan diría que, en gracia del amor, permanecemos en Dios y él en nosotros.
En conclusión; estamos viviendo por anticipado, ya en el tiempo, y no ya sólo desde la esperanzas, a manera de prefacio, un avance del gozo de ser con y para Dios perdurablemente. La muerte no pasa de ser entonces un cambio de vía, un puente levadizo, un promontorio desde el que ya se columbra a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario