Jesús, hablando a la gente, expresa lo que Dios le inspira y quiere que sepa la gente. Jesús es palabra de Dios, es su lenguaje, el lenguaje con que el Padre desvela lo que quiere que conozcamos de él, para que obremos en consecuencia. Por eso, no será Jesús quien juzgue a quienes le niegan o ignoren; lo hará esa misma palabra de Dios, que es la impronta que imprime en él el dedo divino. serán las que sonarán como mazazos de acusación inexorable ante ellos, en el día en que el Padre los llame a juicio.
La palabra de Dios es sagrada, porque es divina, vehículo de verdades eternas. Ante ella, el hombre debe mostrarse con toda sumisión, humildad y respeto. Son las palabras de nuestra fe. Las llevamos a manera de relicario en los labios y en corazón, dice san Pablo. Conservémoslas siempre como lo que son, lenguaje divino,.
Es de un gran atrevimiento, una inconsciente actitud cerrar los oídos al mensaje que nos traslada la divina palabra, porque equivale a volverse de espaldas e ignorar a Dios. Es un feo a quien te debes totalmente. Y, claro, Dios ignorará un día al que hoy le ignora a él. Tengámoslo muy presente: si Dios es poderoso, pujante es su palabra también y tiene todo el peso con que puede pesar Dios mismo.
A vuelo de pluma: Cruzados de brazos
A nadie se le niega el derecho a ejercer un trabajo digno que le permita vivir honestamente. Es además una necesidad vital insoslayable, ya que con emolumentos devengados por su ejercicio, se atienden otras necesidades igualmente ineludibles. El trabajador vende el esfuerzo de sus manos a cambio de su producto a quien lo demanda, y sólo así puede socorrer las urgencias que impone la existencia. Es un serio problema que el trabajo sufra sequías desesperantes, y en tan exhausto curso, lo que antes, lúgubremente, se llamaban nichos de trabajo, se los trague la tierra como en un triste entierra de esperanzas.
¿Con qué ilusión puede alzar el cierre y abrir su establecimiento quien está falto de artículos que vender? ¿Qué puede hacer así el fabricante de pieles, pongo por c aso, que no tiene con que vestirse? ¿Qué el artesano de cestos, si carece de mimbres con que urdirlos?
Los políticos de turno no pueden o no saben gestionar tales desafíos o se enredan en equivocados, cuando no tardíos planteamientos, y se limitan a vender mentidas opciones esperanzadoras que no ofrecen esperanza y sí despecho. Y mientras tanto, un país cruzado de brazos o de brazos caídos, tanto da, espera desilusionado y se desespera acopiando ruinas morales y desencantos. ¡Que Dios provea!
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