lunes, 2 de mayo de 2011

Nicodemo

        De noche busca Nicodemo la luz y no entiende el lenguaje espiritual de Jesús porque piensa las palabras llanamente en su sentido más ordinario. No son las ácidas mondas espirales de la naranja, sino la pulpa sabrosa interior lo que le ofrece Jesús. Pero no acaba de percatarse de que para acercarse a una estrella hay que empinarse mucho. Las palabras tienen cuerpo y alma. Es en el alma donde escribe Cristo.
Nicodemo nada en la superficie sin mirar al fondo. Se queda obnubilado en la corteza de las cosas, sin ahondar hacia su meollo. Jesús habrá de descender hasta él, desmigajar lo que dice, para que entienda que hay que trasponer el sentido superficial que da el buen fariseo a las cosas, hasta descubrir el misterio de ese agua de la que hay que renacer, el agua bautismal, vehículo del aliento espiritual de Dios en lo hondo de la vida.
Nace del agua quien hundido en ella recibe el Espíritu divino, iluminando así sus días y sus noches, a la sombra blanca de las manos de Dios.

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