lunes, 27 de junio de 2011

Dejad que los muertos entierren a los muertos

        El seguimiento de Cristo es incondicional. No valen contratiempos: Espera a que acabe unas cosas. El seguimiento de Cristo es urgente y su paso acelerado; no hay tiempo que perder.

       Un escriba ni sospecha la incómoda austeridad en que vive Jesús. Otro pretendiente no acaba de despegarse de sus hábitos cotidianos. Ni uno ni otro sospechan que el seguimiento es ruptura total con el pasado representado por los padres y costumbres inveteradas.
       La novedad del seguimiento de Cristo es la renuncia a todo lo que no sea él, decisión a la que responde el Espíritu de Dios instalándose en él y llenándole todo. Es el Espíritu quien alienta al grupo de los seguidores de Jesús en la colaboración de la empresa de la salvación. San Pablo lo decía muy bien: Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. A este fin, ser seguidor de Jesús exige dar un giro determinante a la propia vida: dejarlo todo por él.

Reflexión: El dibujo y el color
        Está claro que no es lo mismo dibujo que pintura. Y sucede que los pintores modernos abominan del dibujo en sus cuadros. La pintura es color; en la naturaleza existe el color; el dibujo es siluetea las cosas para reproducir su contorno artificialmente, pero no es pintura.
       Los pintores clásicos, esbozaban primero lo que se proponían pintar dibujando previamente las formas de enseres, objetos y personas. Para el artista actual, no deja de ser una metodología innecesaria y superada.
       Ya Eugenio d`Ors, en su obra Tres horas en el museo del Prado, establecía como regla de oro para una clasificación aproximada de los pintores, distinguir a los que daban predominio al dibujo, de los que lo relegaban desde su preferencia por el color, y de aquellos otros que se atenían a un equilibrio entre ambas posturas. Una norma que hoy sirve de poco. La pintura abstracta supuso el rechazo absoluto de la línea. Hoy, desmadradas, las corrientes pictóricas son infinitas, algunas absurdas y desgarradas, aprovechándose del río revuelto, o sólo ornamentales, lo que favorece dar gato por liebre, y como tónica general, el dibujo sigue exiliado en el reino borroso del olvido. Con raras excepciones muy honrosas.

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