miércoles, 1 de junio de 2011

Las verdades reveladas

         La revelación no acaba con la muerte de Jesús: queda una rendija abierta, la voz callada de su Espíritu, que asistirá a los suyos y apuntalará a la Iglesia aclarando todo aquello que Jesús dejó dicho y habrá que ir desvelando poco a poco, ya que en su día, los suyos no fueron capaces de entenderlas en su plenitud.
Cuando Jesús dice a los suyos que no les dejará solos, lo que está ordenando es el futuro de su Iglesia, en la que el Espíritu de Dios, que es el suyo,  hará sus veces y será la voz de Jesús en la Iglesia.
Protegido por el Espíritu de la verdad, lo revelado por Jesús no correrá peligro, porque será él quien nos guíe a la verdad, y la verdad es Cristo mismo.
Dejémonos llevar por el Espíritu Santo a lo largo del camino que es Jesús, un camino verdadero y seguro que desemboca como un río en el Padre.

Reflexión: El tiempo y los sabios

         Los sabios nos dicen que el tiempo es la cuarta dimensión y que se podía conseguir, puesto que es como un río con sucesivos pasajes diferentes, pasar de un momento a otro ya pasado, de modo que tendríamos una actualización en presente de los recuerdos que fija la memoria. Oponen a su realización el coste insostenible que hace imposible su puesta a punto.  Hay incluso algún sabio actual que tiene resuelto el proyecto teórico con que llevar a cabo semejante doblaje del tiempo, que habría que herir con la lanza electrónica de los rayos laser, sólo que se ignoran las posibles consecuencias, más que arriesgadas y peligrosas, que podrían resultar del intento.
Los científicos se nos antojan a veces juguetones y aventureros. Dejemos las cosas como están. La experiencia nos dice que nacemos un buen día, transcurre el tiempo más bien con paso raudo, y un día se nos acaba la trama que hemos venido entretejiendo laboriosamente. Y después del tiempo, con sus limitaciones, la eternidad. El tiempo es la antesala de Dios.

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