La casa solariega de los Boscá, hoy adjunta al Colegio San Antonio que regentan los religiosos franciscanos de Carcaixent, muestra empotrado en su fachada un bajo relieve relativo al Corpus Crhisti. El mismo movimiento confuso de la gente que se agolpa en la escena represetada en él, refiere la situación sufrida por tales personajes.
Ocurrió una tarde ya lejana en que el personal asistente a la procesión del Santísimo, se vio sorprendida por una horrísina tormenta que dispersó a la gente en todas direcciones. Los miembros del clero protegían del aguacero bajo el palio la sagrada custodia, justo en el instante cuando alcanzaban el portalón de la noble casa donde, apiñada, asistía al paso procesional la noble familia, cuyo señor se apresuró al instante a invitar al clero a dar fervoroso cobijo al Santísimo en la sala contigua.
Gozoso el señor Boscá por tan distinguido e inesperado hospedaje, determinó, altamente agradecido, conmemorar la fortuita visita del Señor sacramentado a su mansión, fijando en la fachada del edificio acontecimiento tan digno de ser rememorado en una pequeña obra de arte.
Reflexión: Los limpios de corazón
Hoy en día se mira con misericordiosa ironía al que hable con elogio de la virtud. La virtud no es placentera, por lo tanto no es grata y se la desplaza de la conducta humana. Se vive para gozar, y si el goce es pecado, al pecado se le abre de par en par las puertas de la aceptación unánime.
No existe el pecado, alegan con despecho, casi ofendidos, los detractores de la virtud, tan austera y angosta, tan desabrida. La virtud es un corsé prieto y sangrante, resabio de épocas retrógradas y oscuras; lo demás, libertad, alegría de vivir y buen sentido.
Pero la libertad sin fronteras y mal entendida mata niños no deseados, pudre las aguas insustituibles de ríos ya insalubres, arruina y empobrece el aire que respiramos, tacha la nobleza que presidía la fidelidad del amor y la buena convivencia...
Lo siento amigos; yo amo la virtud, porque amo la limpieza del corazón, que es la higiene del alma. Jesús dice que sólo los limpios de corazón verán a Dios.
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