A menudo, los prodigios de Jesús cuentan con el acicate de la fe en su persona. Él obra el milagro, pero se deja empujar por el empeñado afán de quien lo provoca. Encomiaba entonces la eficacia singular de ese impulso escondido en la aparente insignificancia del grano de mostaza, atribuyendo a la fe la facultad de mover lo inamovible.
Lo decisivo no es creer sin más; todos creemos; sólo que no le damos a nuestra confianza en Dios la vehemencia necesaria para conmover su corazón divino. Lo decisivo es creer con verdadero ahínco, con espiritual coraje, desde un corazón estrechamente asido al suyo.
Reflexión: El dibujo y el color
Está claro que no es lo mismo dibujo que pintura. Y sucede que los pintores modernos abominan del dibujo en sus cuadros. La pintura es color; en la naturaleza existe el color; el dibujo es siluetea las cosas para reproducir su contorno artificialmente, pero no es pintura.
Los pintores clásicos, esbozaban primero lo que se proponían pintar dibujando previamente las formas de enseres, objetos y personas. Para el artista actual, no deja de ser una metodología innecesaria y superada.
Ya Eugenio d`Ors, en su obra Tres horas en el museo del Prado, establecía como regla de oro de clasificación de los pintores, los que daban predominio al dibujo, los que lo relegaban desde su preferencia por el color, y aquellos otros que se atenían a un equilibrio entre ambas posturas. Una norma que hoy sirve de poco. La pintura abstracta supuso el rechazo absoluto de la línea. Hoy, desmadradas, las corrientes pictóricas son infinitas, algunas absurdas y desgarradas, o sólo ornamentales, lo que favorece dar gato por liebre, y como tónica general, el dibujo sigue exiliado en el reino borroso del olvido.
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