Es fácil entender que el verbo ver se usa aquí con doble acepción: El primer tiempo verbal, no me veréis, se refiere a la visión sensible de nuestros ojos; el segundo, me veréis, alude al modo de percibir la presencia divina desde la fe. Es una de tantas maneras de anunciarles que tiene que morir, esa revelación tan difícil y tan triste para los suyos..
Aún así, Jesús procede con ánimo alentador, y les ha prometido ya que, muerto, seguiría viviendo, y que aunque el mundo dejará de verle, ellos sí que le verían.
Vivir las palabras de Cristo, es vivir con él ausencias y vivas presencias de un Dios resucitado ya para siempre. Alegrémonos con él por haber vuelto, llenando de esperanza nuestra fe.
Reflexión: La luna, nuestra hermana
Hasta los niños saben que la luna, nuestro satélite, como una vulgar moneda, tiene dos caras, la visible y la que no vemos. Y ahora resulta que no es homogénea; su campo gravitatorio, como consecuencia de las diferencias de su campo magnético, es más intenso por la cara visible que por la oculta, y es lo que ha ocasionado esos espacios más oscuros y azulados, como el llamado mar de la Tranquilidad, que resultan de extensos magmas derramados en tiempos remotísimos, que no se dan en la otra cara porque en ésa la gravedad es más débil. Y la consecuencia más inmediata también distintiva: la roca en la cara visible es más compacta; en la oculta es más esponjosa.
Gracias a esa parte más intensa del campo magnético que mira a la tierra, los movimientos rotatorios de nuestro planeta son más lentos de lo que serían sin ese estirón que ejerce sobre nosotros su fuerza gravitatoria.
Es nuestra hermana, al fin, desgajada de nuestro planeta como consecuencia del impacto terrible de un meteorito, disminuyendo la masa de la tierra. No estamos solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario