sábado, 11 de junio de 2011

Que el Señor os dé lapaz

       La paz de Dios no es un simple saludo o la simple expresión de un buen deseo, esa cortesía de la amabilidad de las buenas formas: no es ni siquiera una santa bendición. La paz que imparten los discípulos de Jesús es la paz de Cristo, un bien espiritual del que él nos puede hacer partícipes saneando bondadosamente nuestro corazón.


        No es con todo un bien gratuito; el don que Jesús confiere a sus discípulo es la gracia de hacer partícipes de su benevolencia aquellos que estén en condiciones de merecerlo. Sellar a uno con el marchamo de la paz de Dios, es sentarle a la mesa sagrada de sus preferencias. Se merece ese don dando acogida a los misioneros de la fe en Cristo, gracia justificante del aliento de Dios, como se denomina en la sagrada Escritura al Espíritu divino.

        Sólo que esa participación de gracia tan alta se da sólo cuando el hombre se transmuta en tierra abonada, mantillo fértil, para que esa semilla divina arraigue, crezca y dé fruto. ¿Qué fruto? El fruto de la bondad implícita en la amabilidad con que Dios hizo al hombre a semejanza de su amor, que es tanto como a semejanza de sí mismo.

       Sólo en aquel en quien Dios se mira y reconoce como en la fidelidad de un espejo, la paz con que se aman las tres divinas personas le unge con el beneficio de sus preferencias.¡Que el Señor nos dé su paz!



Reflexión: En mi colegio

        Después de una ausencia que sobrepasa la decena de años, vuelvo al colegio donde ejercí en la enseñanza durante varias decenas. Todo ha cambiado. Ha cambiado el plan de estudios; ha cambiado en buena parte el`profesorado; ha cambiado la dirección del centro... No ha cambiado la habitación que habité tan largamente y que vuelvo a ocupar como si nada hubiera sucedido mientras tanto y sobre todo no han cambiado los amigos de cuya amistad disfruto como siempre, solo que, desde lejos, es como si dispusieras de ellos en pasado. Ahora los tengo aquí, en presente, porque es su presencia lo que los hace tangibles.


       La amistad es una de las cosas que hace grata la vida e impide que el tiempo disgregue a quienes vivieron juntos momentos memorables que dieron y siguen dando sentido a la existencia. La amistad es una de esas cosas que deben saborearse como se cata despacio y paladea con los ojos cerrados un buen vivo que no tiene precio.


       Jesús mismo llamaba amigos al estrecho círculo de sus discípulos.

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