¿Ojo por ojo y diente por diente? No agravéis nunca a otro, decía Jesús desde su propósito santificador de la conducta humana.. Y san Francisco, asumiendo consecuente este precepto básico de la evangelización cristiana, suplicaba fervientemente a Dios: Señor: Hazme un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón..
Y es que donde hay amor, no hay cabida para la agresividad, no tienen sentido la violencia, las disensiones entre hermanos no cuentan.
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