martes, 19 de junio de 2012

Amad a vuestros enemigos

        Ayer hablábamos de cómo Jesús opone el perdón a todo intento de venganza o respuesta airada a una ofensa. Hoy prosigue esa misma enseñanza contra la antigua norma de excluir al enemigo del precepto de amar al prójimo. Jesús no excluye a nadie, porque como él observa, no tiene mayor mérito amar al que te ama o agasajar a quien te agasaja.
     Nunca antes, en espiritualidad alguna, se había llegado a imaginar niveles de sensibilidad y humanización tan altos. Jesús no sólo predicó, sino que fue consecuente, cuando excusa a sus enemigos en la cruz para que el Padre los perdone.
    Que él nos enseñe a reflejar en nosotros el ejemplo que nos dio.

Reflexión: El cristal con que se mira

    Frente al misterio de la vida, se han venido manteniendo posiciones distintas. Hubo quienes pensaban que eran los dioses quienes establecían el destino de cada hombre y movían a su antojo los hilos de la existencia. Hay quienes abominan de toda devoción y arrasan con todo lo que huela a incienso y altar, alegando que la vida es azarosa por sí misma ya que ignora brújulas y estrellas polares. Contamos también los que creemos que la vida la da Dios y nosotros somos quienes la alentamos desde la ilusión, el esfuerzo y amor a quien nos la ha dado. Y es curioso comprobar cómo quienes dicen no necesitar de Dios, suele ocurrirles que se les llene ese hueco provocado, con toda suerte de creencias supersticiosas sobre gatos negros que dan mala suerte, mal de ojos, levantarse con el pie derecho o izquierdo, tocar madera como remedio contra no sé qué maleficios, y otras garambainas por el estilo.
    A los cristianos creer en Dios nos reporta paz interior, alegría y esperanza. No hemos hecho mala elección.

Rincón poético


    POR ALMOHADA

Tengo un libro por almohada
que leo para aprender
las verdades que cimentan
los caminos del saber.
Lo fue escribiendo Dios mismo,
y aunque esté escrito de ayer,
lo sigue escribiendo ahora.
Nunca lo acaba de hacer.
Sus palabras no terminan
ni envejece su papel,
que es eterno quien lo escribe
y es eterno cuanto en él
su mano eterna nos dice
que eternos somos con él,
si hacemos que sus palabras,
sean las nuestras también
Los que escuchen cuanto os digo,
tendrán fácil entender
que sea un libro en mi almohada
el que guarda cuanto sé.

(De Andando el camino)

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