viernes, 1 de junio de 2012

Mi casa es casa de oración

    La purificación del templo comporta la advertencia de que ya había perdido su razón de ser. Jesús sanciona el descuido de quienes han pervertido un lugar santo al que Isaías  calificó como casa de oración y que Jeremías ya había tachado de cueva de ladrones.
    Para los dirigentes religiosos, el comportamiento de Jesús es un hecho muy grave, pero no lo era convertirlo en casa de cambistas y venta de bueyes. Marcos intercala la visita del templo entre las dos partes de la maldición de la higuera, para producir la impresión de transcurso de tiempo entre ambos momentos.
     La higuera estéril es símbolo de un pueblo incapacitado, como el templo, para dar ya nada de sí. Todo el pasaje es como una sacudida en la conciencia para hacernos ver que no se puede vivir ante Dios como si Dios no existiera, despreocupados de restituir los dones que Dios nos da. Prescindir de Dios es forzarle a que él prescinda de nosotros

Reflexión: La libertad y la educación

    La libertad es un valor inapreciable que define nuestra personalidad inteligente. Y como tal valor  dignifica nuestra naturaleza humana. Sólo que la libertad es como esos inimitables jarrones chinos que presiden ilustres mansiones; no dejan de ser frágiles vasijas de porcelana. Necesitan para perdurar incólumes tiento y manejo cuidadoso. Asimismo la libertad, tan propensa a resbalar hacia el libertinaje cerril, si falta el entorno de una buena educación que respalde el respeto a los demás y la sana convivencia. El burro no es inteligente; falto de inteligencia no es libre, sino instintivo. Un burro es una bestia, es un bruto.


Rincón poético

EN TU BUSCA

Voy a tu encuentro, mi Señor, con prisa,
con paso apresurado,
con afán, casi a punto
de vuelo, si es que el vuelo adelantara
las ansias de encontrarte.
Voy hacia ti. No aliento
otra esperanza que la de mirarme
en el remanso de tu amor, al hilo
de tus palabras siempre nuevas,
para ser como tú, para copiarte
en mi interioridad, para llevarte
impreso, como muestra o tatuaje
en lo más hondo de mi ser, Dios mío.
No aliento otra esperanza
que pregonarte luego, como heraldo
tal que se desgañite
por darte a conocer. Que también otros
conozcan la delicia de saberte
y descansen en ti de la aspereza
de vivir sin objeto. No fomento
otro anhelo mejor, otra esperanza.
Voy a ti con premura, apresurando
el curso, casi con impertinencia,
a empellones, a punto de entusiasmo,
viviendo ya anticipos del gozo de encontrarte.

(De Andando el camino)

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