domingo, 10 de junio de 2012

Corpus Christi

    San Pablo ve en el hecho eucarístico de la Cena del Señor, el simbolismo de la unión entre el alimento y el que lo come, como una forma de vivir la profundidad de nuestra relación con Dios, establecida por Jesús con su vida, con su muerte y su resurrección.
    Jesús, al despedirse de los suyos con una cena al modo pascual, tiene plena confianza de que esa cena, repetida en su nombre, será principio de unidad comunitaria entre su persona y sus discípulos de siempre e imprimirá carácter a la Iglesia, donde se nos sigue encomendando lo esencial de aquella despedida: la unión de todos en Cristo, la entrega y el servicio. Ya en el evangelio, el rasgo servicial de Jesús en favor del sustento de la gente, alcanza dimensión milagrosa e intención eucarística, de modo que la abundancia de pan sobrante entraña un gesto aparentemente desmesurado, que refleja la riqueza infinita del pan de Cristo.
    La eucaristía inicia entre nosotros una nueva presencia espiritual de Cristo  y una nueva relación con el Padre. Los primeros cristianos, rompiendo el pan como Jesús para compartirlo, eran testigos de su nueva presencia resucitada, y compartían así aquella gracia con sumo gozo, fortalecidos con tan alto alimento.
    La eucaristía es la acción de gracias al Padre, por la resurrección de Cristo. El rito mismo simboliza la entrega de Jesús a los suyos, en un reparto en que median las manos de Cristo con que se nos da, y las nuestras con que le acogemos.

Reflexión: La mentira como arma de confrontación

    Dicen los moralistas que la mentira es intrínsecamente mala, y su maldad radica en que pervierte la inteligencia humana, hecha pra el conocimiento de la verdad. La mentira sustituye la verdad por el engaño.
    El enfrentamiento político en su intento de menoscabar la buena aceptación del adversario, busca la mayor efectividad posible de esa confrontación en el uso de la mentira y asombra ver el desparpajo y descaro con que mienten a porfía determinados contrincantes, lo que no deja de ser reprobable. No importan demasiado las buenas maneras. El afán por trepar hasta el disfrute del poder lo justifica todo.

Rincón poético

          SOBRE EL CÁLIZ

Pon tu dedo, Señor, sobre esta llaga,
sobre esta sangre
morada. Santifica
el racimo que pongo
a dormir en la copa de tus manos.
Mientras alzo las mías y me tiembla
el corazón, como una estrella
mal prendida en el cielo, mientras duda
mi corazón, pronuncia juntamente
conmigo tus palabras
de bendición, su oculta brisa,
un ala blanca de paloma
que roza el borde de este vaso.
Desde Emaús, desaforados,
van dos amigos tuyos
a decirle a los otros
que has vuelto Tú a ser Tú.
Bebe conmigo, mientas tanto. ¿Puedes
beber conmigo? Moja
tus labios leves en los de esta copa
donde late tu cuerpo
tan limpio, en que no cupo
atisbo de pecado, y esta sangre en que me lates,
mía también,
porque al beberte yo, Tú te haces mío.
Bebe conmigo, mi Señor,
un mismo sorbo interminable.

(De Andando de nuevo)

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