miércoles, 20 de junio de 2012

Halagar a Dios

    Todo lo que nos enseña en este pasaje Jesús, está expuesto en forma  alternativa y contraste, tan del gusto de Jesús. Es como si nos dijera: Podéis optar por una de estas dos cosas: obrar de modo que halaguéis a los hombres, o de manera que contentéis a Dios.  Pero, ¿quiénes halagan a Dios y quiénes al hombre?
    Halagan al hombre quienes buscan su propio prestigio, la aprobación y la alabanza de los demás, el ser encumbrados a lo más alto por la gente. Halagan a Dios quienes obran desprendidamente olvidados de sí, dejándose interrogar por Dios, presente siempre, y cuya mirada descubre los más hondos recovecos de la propia interioridad. Aquellos viven esclavos de los hombres. Estos otros se despreocupan de los lametones de la vanagloria, del ruido del aplauso o la débil dulzura de ser tenidos en mucho por los demás.
    Es ridículo que el vanidoso, convierta la limosna en espectáculo, aparentando generosidad aparatosamente, a  toque de trompeta (con la que se convocaba a la turba de mendigos y desarrapados que deambulaban por la ciudad). Jesús nos pide que al dar con una mano, no se entre la otra. Basta con que se entere Dios.

Reflexión: Campeonato y patriotismo

    El patriotismo es un sentimiento de pertenencia unánime a una misma nación y su historia, que a menudo queda como aletargado o dormido. Un signo representativo de ese sentimiento común, como su bandera o alguna actividad en confrontación con otras pertenencias ajenas, exalta ese sentimiento de singular manera. Incluso los colores propios de actividades deportivas en confrontación con los de otros países, nos mueve el ánimo unánimemente. Es el júbilo de la relevancia de nuestros tenistas, motoristas y de especial manera la competición futbolística de estos momentos en Europa. Toda la nación toma parte en el encuentro y discute los lances del partido, visto a través de los medios de comunicación,  y no parece sino que se paralice el país. Un paréntesis, al fin, en medio de este momento especialmente comprometido y convulso con que nos zarandea la economía.


Rincón poético


INVISIBILIDAD DE DIOS

A Dios no lo ha visto nadie,
porque no se deja ver.
Apenas su sombra blanca
nos enseña alguna vez,
como un soplo misterioso
de luz al amanecer.
Pero es luz, y la que irradia
su presencia, no se ve.
Casi ni lo vislumbramos
con los ojos de la fe.
A Dios no lo ha visto nadie
porque no se deja ver.
Lo dijo Jesús mirando
el cielo, donde está él.
Ha de morir en la cruz
quien quiera verlo después.

(De Andando el camino)

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