viernes, 29 de junio de 2012

San Pedro y san Pablo






    Camino de Cesarea, Jesús indaga qué dice la gente sobre su identidad. El pueblo, sin otro horizonte que el del recinto cerrado de la alianza mosaica, ve en él a un profeta reencarnado. Y entonces interpela a sus discípulos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?,
    Pedro se adelanta y le confiesa como lo que es: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Los discípulos reconocen en él al mesías prometido por los profetas, y puesto que proviene de Dios, es su Hijo. Nadie dice ni hace las cosas que hace él sin poderes divinos.
Jesús aprueba la confesión de fe de Pedro: está preparado para ser fundamento de su Iglesia entre los hombres; y aprobando su comportamiento, aprueba en él a cuantos le confiesen con decisión y valentía.
    La Iglesia junta hoy a san Pedro y san Pablo. El uno presidió la Iglesia desde Jerusalén. Pablo dedicó todas sus energías en llevar el evangelio a todo el mundo gentil. En Roma serán martirizados uno y otro.
    La mejor manera de celebrar su memoria consiste en testimoniar como ellos la fe recibida de Cristo, haciendo de su vida el sello que santifique la nuestra.    

Reflexión: El hacker

    Hay quien, adelantado en sus estudios de informática, no se resiste al prurito de desarrollar su propio virus que infecte el mayor número posible de ordenadores. Nos preguntamos qué ganan con llevar a cabo semejante perversidad. Ganar, ganar, no ganan nada económicamente hablando, en la mayoría de los casos, pero satisfacen su propio orgullo y se sienten triunfadores, victoriosos. Para ellos, se trata de una hazaña de la ingeniería criminal, una gesta épica, de modo que proseguirán elaborando su maldad cada vez más sofisticadamente. Es un hacker, un héroe de nuestro tiempo. Inundadle de mirto y laurel y que pase glorioso bajo el arco de triunfo de la memez humana. 

Rincón poético

      LIBRES

Señor que dijiste
un día gozoso
que antes de ir a ti,
lo dejemos todo,

dinos la manera
de hallar tu camino
desnudos de barro,
de arena vacíos.

Dejamos las redes
a orillas del lago.
Márcanos el rumbo
que en tierra tomamos.

Y si es el amor
ahora el horizonte,
por ti besaremos
las manos del pobre.

Contigo, qué poco
cansa el caminar
por los andurriales
de tu libertad.

Ya no hay cortapisas,
ya no hay ataduras.
Qué bien se ve todo
desde estas alturas.

Envidia nos tienen
lechuza y halcón.
Nuestro vuelo imita
el tuyo, Señor

(De Andando el camino)

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