lunes, 4 de junio de 2012

Los labradoes asesinos


    La viña en el lenguaje simbólico de la Biblia es siempre el pueblo de Israel. Los labriegos asesinos son los malos dirigentes religiosos, que obran a espaldas de Dios, anteponiendo sus propios intereses a los del Dueño, el Señor. Los siervos que Dios envía a recordar a esos jefecillos sus deberes, son los profetas, a quienes ellos quitan de enmedio sin resquemor alguno. Finalmente, Dios envía a su propio Hijo y lo matan.
    Es un resumen, en forma de parábola de lo que ha venido ocurriendo entre Dios y su pueblo. La muerte de Jesucristo sería el colofón.
    No de otra manera se comporta con Dios quien no se siente responsable de sus pecados, porque no mira ni quiere mirar al cielo. Para el pecador empedernido, la presencia de Dios es una continua advertencia enojosa. Que él nos dé sentido común y claridad mental suficiente, para saber andar siempre en su presencia, con la alegría de saber que esa presencia, lejos de ser molesta, resulta siempre beneficiosa para quien le ama de verdad.

Reflexión: Sobre relojes

    ¿Qué fue antes, el reloj de sol, el de arena o la clepsidra? Todo hace pensar que lo más fácil resultaría el de sol, consistente en un eje fijo en la pared que proyectaba su sombra sobre marcas obtenidas sobre la marcha del tiempo en fracciones. La clepsidra que adoptan los chinos podía obtenerse con una vasija de cristal que al ir vaciándose gota a gota permitía marcas en una escala vertical. El de arena necesita de dos vasijas cónicas opuestas de modo invertido, igualmente de cristal, que permitiera el paso de la arena por entre ambas, superpuestas. El gran reloj de péndulo y engranajes dentados, aparece en campanarios y edificios oficiales durante el siglo XIV. En la Tragicomedia de Calixto y Melibea, se habla de las doce campanadas, en horas nocturnas, que suenan desde la iglesia de Santa Magdalena.
    La cuerda mecánica retenida acompasadamente por el áncora, reduce el tamaño de los relojes y los hace manejables. Son famosos los ejemplares artísticos que adornan las salas palaciegas. En época reciente, las marcas comerciales compiten por reducir el tamaño de los relojes para su uso personal, movidos por muelles, hasta la llegada de dispositivos de precisión de segundo.
    Todavía es posible ver algún que otro reloj de arena, como objeto de pura curiosidad, retirados a los espacios claustrales de los conventos, en paredes de donde nunca fueron removidos.

Rincón poético

LA MIES DE DIOS

Desde el camino polvoriento admiro,
salpicado de ardientes amapolas,
un trigal que no sabe,
como el mar, sus orillas.
Y pienso en ti, Señor. Este oleaje
de trigo me traslada
al tajo de tu amor, encarcelado
en pan también, como estos trigos rubios.
Me traslada a tu altar.
Como tu amor, la mies es infinita.
Baja, otra vez, hasta estos linos blancos
donde pongo la copa. Estamos todos
sentados a la mesa.
Siéntate con nosotros también tú,
que acaricie tu voz estos presentes
con que, cogidos de las manos,
hoy te comulgaremos.
Que no se acabe nunca esta cena contigo,
porque acontece que tu amor,
como la mies, es infinito.

(De Andando el camino)

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