martes, 5 de junio de 2012

Sabemos que enseñas el camino de Dios

    Las palabras constan del sonido, que llaman significante, y lo que ese sonido significa. Jesús, palabra de Dios, es ese significante y su significado son la verdad del Padre. Si hay alguien que ama la verdad con efusión, ese es Jesús. Y de ahí su amor a la sencillez y a la sinceridad, compañeras de la verdad.
    Es interesante este evangelio, porque entre líneas advertimos que hasta sus adversarios reconocen que era un hombre íntegro, libre de intereses ajenos, es decir, sincero.
    En la Escritura se dice que de la boca de los inocentes se sirve Dios para decir la verdad; de la boca de los enemigos de Dios, se escapa, a veces, el reconocimiento de su integridad. Es evidente que no se mató a nuestros mártires por ser perversos, sino por ser cristianos, por ser hombres de bien que amaban a Dios y su verdad.
    La palabra de Dios y su verdad es lo que da sentido a nuestra vida. No nos arrepintamos nunca de ser lo que somos, porque mientras haya quienes no nos aceptan, tenemos la prueba de que vamos por el buen camino, el camino de la verdad y la vida.

Reflexión: La sagrada Escritura

    No sólo los católicos;los cristianos separados, al menospreciar la vida sacramental, buscan y estudian en la Escrituras las raíces del culto a Dios, y les debemos felices hallazgos del estudio de las mismas y del contexto que ilumina su mejor entendimiento. Los judíos sienten igualmente por la palabra una profunda reverencia, hasta hacer de ella el aliento de sus vidas. Meditan sus textos y rezan con sus salmos, en lo que todos coincidimos. De ellos hemos recibido el tesoro de los textos sagrados, como reconoce san Pablo, y de su tronco nace como renuevo nuestra Iglesia. No les neguemos ese reconocimiento que exige la verdad y el buen sentido.


Rincón poético

     MÍRAME, SEÑOR

Me sorprende, Señor, la inalterable
paciencia de sabernos descuidados
de ti, de tu amoroso
silencio imperturbable,
como quien pone a prueba
tu corazón. Nadie sabría
decir cómo te duelen
nuestros desdenes, cuando ofreces
como camino cierto tus palabras,
que no acabamos de hacer nuestras,
ajenos siempre a tus requerimientos.
Tu amor no tiene orillas
que lo contengan, desmedido
como el embravecido corazón
de una tormenta.
Tu paciencia es tu amor. Tus ojos miran
la vida de los hombres, con mirada
entrañable de lluvia bienhechora.
Te traiciona tu amor.
Su transparencia te delata.
Mírame, empero, el corazón,
como yo intento
mirar al menos la verdad del tuyo.

(De Andando el camino)

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