miércoles, 5 de septiembre de 2012

Curar en sábado

    Vemos aquí a Jesús, al momento de salir de la sinagoga. Jesús no sólo iba de pueblo en pueblo predicando la buena nueva, sino que, los sábados, muy de mañana, como los judíos más piadosos, iba a la sinagoga a rezar también con todos. En casa, cura solícito a la suegra de Pedro, porque el sábado es el día más adecuado para honrar a Dios sanando a quien lo necesite. La gente, por el contrario, deja que caiga la tarde, ya que en ese momento concluye el sábado para ellos, y entonces puede llevar sus enfermos a que Jesús los cure, cumpliendo con lo prescrito acerca del descanso sabático.
       Dos maneras opuestas de entender la gloria de Dios. Los unos desde los convencionalismos humanos tantas veces arbitrarios; Jesús, desde el sentido común y la luz de la verdad. Lo uno conduce al fanatismo; lo otro a la libertad de espíritu. Bien decía Jesús que la verdad nos haría libres.

Reflexión: Un nuevo dinosaurio

    Con los nuevos hallazgos de dinosaurios, los arqueólogos van poblando de exóticos animales las edades primitivas de la vida terrestre. Ya hay uno más correteando por aquellos remotos parajes húmedos de la historia. Sobre dinosaurios, Teruel es rico en yacimientos sorprendentes. Ahora se trata de un pequeño dinosaurio cuya particularidad es su dieta vegetariana, frente a los colosales saurios carnívoros, que se defendía de sus depredadores por su agilidad y rapidez en la huida, a no ser que se defendiera también en manadas. Se trata de restos descubiertos con anterioridad, el año 1982, cuyas características acaban de desvelar los investigadores, en estas últimas fechas. Así es cómo los expertos nos recrean una remotísima edad sorprendente y tremebunda, donde difícilmente el hombre hubiera tenido fácil cabida.

Rincón poético

      AMANECER

Poco a poco, como un atardecer
que no tuviera prisa
porque ha perdido las ganas de morir,
se fue aquietando el yunque
donde fundía la violencia
espadas y cuchillos.
No sé los cortes con que comprobaron
en mi sangre los filos
cortantes, las sutiles
hojas.
Les halagaba
herir sin riesgo, respaldados
por horribles galones con que premia
la autoridad la cobardía.
Poco a poco, como un atardecer
cansado, adormecido,
se fue apagando aquel rescoldo
que aventaba en la fragua
las heces de la cólera.
Es lenta a veces la mano del Señor.
Pero la venda de su amor oculto
estuvo siempre
al alcance y favor de mis heridas.

(De Los labios del viento)

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