jueves, 20 de septiembre de 2012

El amor y el perdón


    El perdón lo mide el arrepentimiento y al arrepentimiento lo mide  el amor. Toda injuria contra otro, es prueba de enemistad, de rechazo; en el otro polo está la estima, el amor que el otro nos pueda inspirar.
    Jesús dice por eso que a la mujer arrepentida se le perdona mucho porque ha amado mucho. Jesús mide el arrepentimiento por la carga significativa que compone ese gesto valiente de amor hacia su persona Y lo dice el Hijo de Dios. Es lógico que la mujer proceda de manera más bien espectacular, ya que si es una pecadora pública, pública y notoria ha de ser también su conversión y puesta en escena. Y hay que reconocer que su representación fue cristianamente perfecta.
    Zaqueo, Mateo, Magdalena. Son ejemplos de contrita conversión, cada uno a su manera. Y es que así dan comienzo a su nueva vida la mayoría de los santos. Aprendamos de ellos.

Reflexión: Los antiguos conventos

    Después de escasos escarceos sobre la vida monacal y conventual, van apareciendo ensayos desveladores de páginas olvidadas, sobre interesantes aspectos del claustro. Es de lamentar que en ocasiones, al momento de interpretar datos fehacientes, se carece del sentido religioso que animaba el corazón del monje o del fraile, dos vivencias que algunos confunden como si ambas cosas designasen lo mismo, y se limitan a consignar cifras y datos escuetos, vacíos de espiritualidad. Así se explica que no acierten a comprender la razón de ser de determinados comportamientos, al dar de lado las motivaciones evangélicas que informó la forma de vida del religioso. Poco hubiera costado abrir la Regla de San Francisco para entender el acerbo de obras de predicación que llenaban las estanterías de sus bibliotecas y el modo de ser de los frailes. A veces escriben desde el prejuicio y ni intentan  adentrarse en el corazón exultante de la áspera vida claustral, sobre todo si ven el entorno conventual como algo tenebroso, frío  y triste. ¡Qué penetración! 

Rincón poético

     EL OJO DE LA AGUJA

La puerta es tan estrecha, tan angosto
el hueco entre las jambas
y han apretado tanto
su umbral, que a duras penas
cabe el capazo con que el potentado
acarrea su haber. Como no cabe
el garabato de un camello,
así tampoco dejará el postigo
de la puerta mayores amplitudes
que la de su estrechez. Únicamente
el desprendido corazón del hombre
tendrá la llave misteriosa
que abra la puerta que Dios sella.
Hay un códice antiguo que desvela
la cifra inescrutable. Está firmado
por un Dios encarnado en Galilea.

(De Paseando mis sueños)

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