sábado, 29 de septiembre de 2012

Los santos arcángeles

    Veréis los cielos abiertos y los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre. Hay una escalera que soñó Jacob por la que los ángeles suben y bajan. Jesús  revela algo así como un signo de excelencia espiritual.
    Dios está con él y los ángeles viven pendientes de la realización del misterio salvador que Jesús lleva a cabo con cuidadosa puntualidad, a lo largo del itinerario de su propio perfeccionamiento. En realidad, los ángeles suben y bajan de continuo hasta él, acompañando la obra asistencial del Espíritu de Dios, portadores de sus misivas.
    Los ángeles se hacen realidad en las empresas que emprende el hombre, en los buenos propósitos, en la realización de la propia identidad de cada día, según las pautas que marca el camino que va a Dios.

   
Reflexión: La sábana santa

    La investigadora italiana Marzia Boi, del laboratorio de Botánica del departamento de Biología de la Universidad de las Islas Baleares, asegura que en la Sábana Santa se observan ungüentos y flores utilizados hace dos mil años en ritos funerarios. El polen, contra lo que se ha venido diciendo,  no se corresponde sólo con los que se han ido depositando fortuitamente en la tela en el transcurso del tiempo, y resulta sorprendente que esos ungüentos y flores son los que se utilizaban para ritos funerarios hace dos mil años
    Entre las muestras de polen analizadas, los hay de Helichrysum, láudano, terebinto, gálbano aromático o lentisco. De todo lo cual, concluye que el hombre de la Síndone puede ser Jesús. Y añade que los aceites y ungüentos presentes en la Sábana la han preservado de hongos e insectos, como potentes repelentes que son.

Rincón poético

 
EN EL SANTUARIO DE SILO

Y Saúl percibió la voz que le llamaba
desde la oscuridad, como una sombra
que supiera su nombre
y llegara oscilando por la alcoba,
redonda, penetrante, decisiva,
sin pasos, sin el ruido de la puerta,
con amigable apelación,
desde no supo dónde.
¿Quien quebraba su sueño
a mitad de la noche, desde dentro,
como quien rompe
el delgado cristal de una ventana,
intempestivo,
que no pudiera prorrogar
momento tan urgente?
¿Qué pretendía,
a deshora, qué urgencia aguijoneaba
tal desazón, qué destemplanza,
qué apremio inaplazable?
¿Qué intentaba decir, cuando repite
la llamada tres veces, esa cifra
que dice tantas cosas?
Samuel bajó los ojos, persuadido
de que una voz tan misteriosa.  
no venía de fuera.
Era como un arrullo,
suave como una pluma,
blanca como el rocío.
Era como fuente mánandole tan dentro,
y Dios le habló en secreto como el viento
señala susurrando a la violeta
caminos caprichosos.
Samuel se arrodilló y cerró los ojos
con dócil actitud.
Todavía era un niño y atendía,
a los pies del Señor,
servicialmente, sus insinuaciones. 
(De Paseando mis sueños)

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