miércoles, 19 de septiembre de 2012

La veleidad


   La veleta del campanario no tiene un rumbo fijo: mira hacia donde sople el viento. Eso es lo que dice Jesús de su generación, que era gente veleidosa, sin consistencia. No tenía un criterio objetivo y veraz sobre la conducta de las personas. Si alguien vivía tan estrechamente como Juan Bautista, que casi ni comía, decían de él que no estaba en su sano juicio, y si Jesús comía y bebía normalmente, le tachaban de tragón y bebedor.
    Es la evidencia más clara de falta de ecuanimidad y buen juicio. Pero, ¿acaso no es esto mismo lo que le ocurre a quien dedica parte de su tiempo a prejuzgar y cotillear y censurar a otras personas?
    Mírate a ti mismo en el espejo de la verdad y descubre tus propias miserias, tus propios defectos, y límpiate de todo ello en la fuente clara del arrepentimiento.

Reflexión: Las personas serias

    La seriedad es un modo categórico de ser, carente de matices. Se puede ser más o menos serio, y de la estricta seriedad, que es un modo distante de estar a orillas de la gente, se podrá pasar al enfado y aún a la cólera, y hará del personaje serio un ser enojoso, molesto y aun hosco. Son niveles que acentúan la seriedad. La persona seria refleja su carácter en el rostro, la voz y los gestos. Está la persona cejijunta, fruncido el entrecejo, siempre circunspecta. La que emite la voz en tonos graves, enérgicos y autoritarios. Sus gestos son rectilíneos, como de marioneta, algo así como movidos por un resorte mecánico, la mirada llena de alfileres, erizada de reprobación, más propicia a decir no, que a decir que sí. Sed cautos ante la persona seria. Muerde.

Rincón poético

A UNA VIEJA DE MANOS TEMBLOROSAS

El temblor de la mano envejecida,
sin expresividad, un tronco hueco,
rala la fronda, decaído el porte,
señala hacia un extremo del salón
Es todo su lenguaje;
un gesto desvaído.
No habla ya, balbucea
agotada la hilacha inescrutable
de lo que pudo ser predicamento.
Quiere hablar y se olvida.
Ha limpiado de estrellas
su cielo. Sola habita,
sin caminos, sin luz, sin horizonte,
la noche hueca de una larga vida.

(De Los labios del viento)

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