Dice Lucas que se escabulló y que se alejaba. No que se alejó, sino que iba alejándose, como quien siente la dificultad de abandonar su pueblo y a su propia Madre. No volverá. Es ésta la última vez que Jesús pisa la tierra que le vio nacer. Que nos sirva de aviso a cuantos vamos con él, camino del Padre, y sufrimos el rechazo de cuantos se niegan a creer en su palabra y en nosotros mismos, seguidores de Cristo, para que dejemos de ocuparnos de todo lo que no sea ir con él, en todo momento, ajenos a todo lo demás.
Reflexión: Olor a pan tierno
A punto de amanecer, la ventana respira hondo y se llena de ese aroma a pan recién cocido que viene de la tahona de enfrente. Es un aroma mañanero de pan crujiente, tierno, casi sagrado, casi eucarístico. Merece la pena detenerse un instante, olvidado de los iniciales quehaceres cotidianos, y respirar, respirar con los ojos cerrados como quien alimenta algo íntimo, como quien amanece también por dentro, al par de la claridad que va dorando el día a semejanza de la tierna barra de pan.
Son las pequeñas cosas diarias que enriquecen con sus gratas sensaciones la vida corriente de quien aspira a amarlo todo bondadosamente, como hizo el Creador en un glorioso amanecer remoto, como quien inventó el pan de su propio cuerpo bendito.
Son las pequeñas cosas diarias que enriquecen con sus gratas sensaciones la vida corriente de quien aspira a amarlo todo bondadosamente, como hizo el Creador en un glorioso amanecer remoto, como quien inventó el pan de su propio cuerpo bendito.
Rincón poético
YO NO SOY ESE
No me he reconocido en el espejo.
Yo no soy ese.
Probablemente,
los otros me verán de esa manera
y creerán tal vez que me conocen.
Yo no soy ese. Me conozco,
y lo que me define por de dentro,
no es así. Nunca quise
llevar una careta que ocultase
mi manera de ser. Yo no me embosco
en apariencias de autenticidad.
Acaso me he olvidado de mi mismo,
ocupado en mil cosas
y no me reconozco,
ahora que vuelvo a descansar y a recordarme.
Humildemente, he de reconocer
que el espejo no miente.
Quiera que no,
yo debo de ser ese sin remedio,
tan lleno el rostro de arañazos,
tan lleno de alifafes
el corazón, Dios mío.
(De Los labios del viento)
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