A veces es nuestro corazón el que queda muerto a los pies del pecado. Ojalá que no dude tampoco Jesús, siempre compasivo, en tocar nuestro corazón empecatado, sin temor a contraer nuestra impureza, mientras sus labios nos dicen con imperiosa voz:
-Levántate, hombre, pero levántate de una vez por todas. Y no peques más.
Reflexión: La volatilidad de los bolígrafos
Delante de mí, en el escritorio de conserjería, tengo un estuche con pequeños compartimentos para clips, goma de borrar, lápiz, el clásico sacapuntas, y unos sufridos bolígrafos que ocasionalmente usan propios y extraños. Con el bolígrafo ocurre lo que con el paraguas. El paraguas es propicio a olvidarse en cualquier sitio, el bar, la peluquería, el supermercado, el horno, la estación del tren .... Con el bolígrafo ocurre algo así, pero al revés. Lo tomamos prestado y olvidamos devolverlo al lugar de donde lo hemos cogido, e inadvertidamente, nos lo ponemos en el bolsillo del pecho como si tal cosa. Hay lugares públicos donde atan el bolígrafo a una mesa, sin consideración al cliente, para evitar su espontánea y inevitable desaparición. En la conserjería del colegio la buena educación aconseja no incurrir en semejante recurso, práctico, eso sí, pero ofensivo y vulgar. ¿Qué hacer entonces? Nada. No hay que hacer nada.
Rincón poético
NO LO DILATES MÁS
No dejes para luego,
para más tarde, perezosamente,
como si siempre hubiera tiempo,
una morosa reserva de tiempo indefinido,
igual que si acabara en la escalera
la escasa cifra de escalones,
no dejes inconclusa tu tarea,
que tal vez no termines cuando intentes
darle fin a deshora.
Dioses menores te entretienen.
Mátalos uno a uno.
Te equivocas si crees que el mañana
no tiene conclusión. El tiempo es breve,
una lenta madeja
que alimenta el ruidoso
telar de nuestra vida.
Sácale el jugo a la naranja
antes de que del árbol se desprenda
madura. En un recodo del camino,
sentado en el reborde de una fuente,
te está esperando sonriente
la paciencia de Dios, de quien te olvidas.
(De Los labios del viento)
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