domingo, 2 de septiembre de 2012

Pureza e impureza judías

           Asistimos hoy a dos momentos de la vida de Jesús sobre sus relaciones con escribas y fariseos, con un vínculo común: el concepto de impureza en la tradición judía. El Levíco contenía las normas mosaicas sobre la impureza. Son impuras en general todas aquellas cosas que se oponen a sus deseos de santidad y del culto debido a él. Hacía impuro al hombre la pérdida de sangre, vehículo de la vida creada por Dios, que comportaba pérdida de integridad. Y de igual suerte, producía impureza la ingesta de aves o animales declarados impuros por la ley, como las aves de presa y carroñeras, peces sin aletas o escamas, e igualmente, el cocodrilo, el lagarto, la serpiente, el ratón, el topo, y por supuesto, la carne de cerdo.
     Se contraía impureza también por contacto con una persona o cosa impura, como un cadáver, un leproso, sentarse donde antes lo había hecho una persona impura. Se podían comer, sin embargo, saltamontes, langostas y grillos.  A todo lo cual, los fariseos añadieron usos lavatorios propios del templo, para purificar personas o cosas, y que ellos popularizan entre la gente. Son preceptos añadidos por ellos.
       Jesús se opone radicalmente a esta concepción de las impureza desde dos ángulos coincidentes: con Dios hay que comportarse, no exclusivamente de modo objetivo y mecánico, sino subjetivamente, de modo que sea el amor de Dios quien rija nuestros actos y no la sujeción a la voluntad arbitraria de los hombres;  en cuanto a la ingesta de alimentos, la enseñanza evangélica establece que no ofende la santidad de Dios lo que nos alimenta, sino procediendo en contra de sus deseos y mandatos. Jesús distingue entre los mandamientos de Dios, que obligan, y los mandamientos de los hombres, que no obligan.
    Distingamos entre fe verdadera y supercherías, como creyentes, no como crédulos, y demos gracias a Dios que nos dio a Jesús, luz de nuestra vida.

Diluviando

    Por fin. Empezaba a incordiar el ánimo este verano tan sobrio en enviarnos el beneficio de la lluvia. De agosto suele decir el refranero que con él, “frío en el rostro”, a ludiendo la hecho de que en su segunda quincena, las tormentan y lluvias empezaban a refrescar el ambiente.. Este año, tan excesivo y constante en altas temperaturas, y al filo del mes con su inmediata septiembre, densos nubarrones se ciernen sobre la extensa llanura ribereña y una repentina lluvia torrencial de una hora de duración, anega los campos y las calles arrastrando consigo las inmundicias que afean la ciudad. Ha quedado limpio y transparente el cielo y limpias las aceras y la calzada de las calles. Bien venida a casa la copiosa lluvia.

Rincón poético

       A QUIEN YO SÉ

Me dijeron, por fin, que había muerto,
que lo habían matado, y tuve pena
de mí. Yo no podía entristecerme; yo debía
rezar por él. Tampoco pude.
¿Alguien reza por él, que mató tanto?
Hay que rezar al menos,
aunque sea clavándose las uñas
desgarrándote el alma.
Hunde primero en el olvido
los rasgos delicuentes de su rostro.
Olvidar es cerrar la antigua herida
que ya no tiene sangre.
Nos entregó el amor
los mimbres nebulosos del olvido
¿Cómo puede si no,
vendar el tiempo un corazón herido?

(De Los labios del viento)

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