jueves, 6 de septiembre de 2012

La pesca mlagrosa

    Jesús predica desde la alzada popa de una barca, a orillas del lago en Cafarnaún. La gente queda sobre unas rocas. Más que la enseñanza, el evangelista se fija en el prodigio que  motiva la vocación de Pedro y Andrés, con Juan y Santiago, a quienes Jesús hará pescadores de hombres.
        A instancias de Jesús, los apóstoles salen a pescar, por más que han bregado en vano toda la noche. A menudo, Jesús nos pide cosas sorprendentes, y nosotros podemos optar por no hacer caso, desde el sentido común, o ceder decididos desde la fe. Desde lo razonable, seguimos con las redes vacías; desde la fe, asistimos al prodigio de tener a mano la grandeza de Dios.
        La fe nos insta a confiar en Jesús, incluso cuando no parezca razonable. Es la fe la que nos impulsa a partir mar adentro, hacia el misterio, el de la Eucaristía, el de la Trinidad, la Encarnación, la Resurrección, el mismo misterio de la Iglesia. Hagamos la prueba de creer en Jesús a machamartillo. La fe nos dará la luz con que Dios ilumina a quienes confían en él.

Reflexión: Un nuevo curso

        El calendario anuncia un nuevo curso que ya está ahí con sus exámenes postrimeros de septiembre tan azarosos, estreno de uniforme, porque el chaval y la pequeña no dejan de crecer, el hojear curioso de los nuevos libros hasta que no se establezca la reutilización de los usados el año anterior y la desorientación y desajuste de los nuevos alumnos que se sienten en corral ajeno.
        Un curso más en la educación, hoy tan laboriosa, del alumno, a cargo de esforzados profesores que abogan por acabar con el descrédito de una enseñanza de denostado nivel, vista desde el baremo ejemplar de la que se imparte en países norteños. Vano intento si se fía todo del profesorado. No es sólo el colegio, son la familia y la sociedad el respaldo necesario para corregir las deficiencias del rumbo impuesto desde las altas instancias.

Rincón poético

          SOMBRAS

No hurguéis en el pasado: es todo sombra,
y acontece además,
las sombras no son nada. La memoria,
con su cincel de espuma ennegrecida,
lo inventa con retazos
que casi ya no son o son apenas.
Somos ahora; y no seremos nunca
lo que fuimos. Nos queda
una puerta sin llave donde apilan
los recuerdos sus ruinas en los sótanos
del un olvido insondable.
Allí acuna la muerte sus cenizas
que un viento negro aventa.
No intentéis regresar de vuestros sueños.
No intentéis regresar. Está cerrado
el estrecho postigo del regreso.
Mírate en el espejo:
nos vemos como somos; nunca como
quisimos ser, y acaso
tampoco consigamos
llegar a parecer como anhelamos.
También son sombras nuestros sueños;
amables sombras tentadoras
que nos acechan como acecha el miedo.
Pero no hay que temer; son solo sombras,
niebla oscura si acaso; no son nada.

(De Los labios del viento)

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