viernes, 21 de septiembre de 2012

Sígueme

    Así, de pronto y taxativamente, es como invita Jesús a que seamos fieles a los imperativos de nuestra vocación. No se entretiene en persuadirnos de los beneficios del seguimiento; nos llama sin más, sin devanar argumentos en su favor, porque pertenecer al séquito de los que le acompañan es un privilegio, es un don que hay que agradecer.
    Seguirle es dar de lado a todo lo que no es Dios y atenerse estrictamente a las recetas de nuestra liberación, porque él ha venido a eso, a sanar a los que desfallecen, a los que van a trancas y barrancas, a los que flaquean, a los que sólo en él encontrarán remedio a sus dolencias.
    Que nadie se lleve a engaño. Jesús es nuestro médico de cabecera y no hay otro.

Reflexión: La biblioteca de Santa Catalina, en Cariñena

    Leo en un estudio histórico reciente, con qué dedicado interés, los religiosos franciscanos reunieron, en la biblioteca de su convento de Cariñena, tal cantidad de libros, que hubo que ir añadiendo sucesivas estancias, hasta resolver finalmente la cuestión dando más amplitud a la sala principal, so pena de seguir invadiendo las celdas conventuales. No era ajeno a esta preocupación cultural, además de su curiosidad por su formación intelectual, la primordial dedicación a predicar el evangelio por parte de la mayoría de los religiosos, lo que exigía someterse a un examen previo sobre su capacitación. La desamortización, tan indiferente a la conservación del patrimonio español, originó que el acervo de libros acopiados durante siglos, acabase en lamentable reparto de muy difícil seguimiento, a la par que el convento, abandonado, se fuera desmoronando hasta su ruina actual.

Rincón poético

UN CELAJE EN EL CIELO

El cielo estaba limpio esta mañana
como la arena rubia
de una playa no hollada todavía.
Lo mancilló una subitánea golondrina,
enloquecido el subitáneo vuelo.
Y un celaje impoluto
todo espuma en el filo de una ola,
un charco acaso
de tiza conculcada, establecía
en la mitad del cielo
su dudosa presencia.
¿A dónde irá? No acusa la veleta
los latidos inciertos de la brisa,
y sin impulso
no alcanzará el confín
de la soñada orilla.

(De Paseando mis sueños)

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