domingo, 23 de septiembre de 2012

Sed como niños

    Camino de Cafarnaún, evita Jesús el concurso de la gente, porque en esta última fase de su predicación, se viene dedicando casi exclusivamente a la formación de sus discípulos.
    Ha vuelto a notificar a sus discípulos la necesidad salvadora de su muerte y ellos, con total displicencia, discuten entre sí sobre cuál de ellos reúne méritos como para ocupar en el cielo el lugar más destacado. Jesús les desengaña eligiendo a un niño; y mostrándolo como el icono de la sencillez requerida para aspirar a que Dios les depare un distinguido lugar junto a sí. La puerta del cielo es estrecha, y hay que ser como niños para entrar desahogadamente por ella. Sólo empequeñeciéndose, mediante el servicio a los demás y doblegado el orgullo que nos mantiene demasiado erguidos, nos sentiremos sencillos, pequeños como niños.   
    Humilde y sencillo fue Jesús, dejado en suspenso su gloria y rebajándose hasta el lugar más ínfimo de nuestro nivel humano. Nuestro afán ha de ser entonces parecernos a él. 

Reflexión: Los meses del año   

    Con el otoño ahí mismo, estamos pisando los meses de septiembre y octubre. ¿Por qué septiembre, octubre, diciembre? ¿Por qué esos nombres, que no dejan de ser significativos? En tiempos remotos, el primer mes de curso anual del tiempo era el actual marzo, pero los nombres que designaban a cada mes fueron cambiando por otros conmemorativos, rompiendo esa gradación nominal numérica.
    Fue Julio César quien reformó el orden anual de los meses, en el s. I antes de Cristo. El nombre de marzo proviene de Marte, el de febrero de februa, por la festividad de la purificación; abril, de aperire, abrirse las flores primaverales; mayo, de Maya, diosa de la primavera, junio de Juno, diosa del matrimonio; julio, que se había llamado quintilius, quinto mes, paso a conmemorar a Julio César; agosto, que se había llamado sextilis, de sexto, tomo el nuevo nombre de Octavio Augusto. Es fácil observar que los tres restantes hacen referencia al antiguo orden del séptimo, octavo. Noveno y décimo.

Rincón poético

A FRAY ANDRÉS SOLER GADEA

No alcanzó los noventa. Apenas pudo
columbrarlos. El breve
regato de la vida escatimaba
los normales favores
de que dispuso opimos otras veces.
Empezaba a adentrarse en las oscuras
sombras del que no ve. Iba a tentones
por el pasillo angosto que le queda
al que le tiembla el equilibrio,
como a quien anda por una cornisa.
Era vivir apenas.
Herido el árbol de mermada fronda,
era su sombra lo que le envolvía.
Le quedaba su historia, repetida
de tanto en tanto como quien respira.
Bélica historia donde rutilaban
dorados galardones entre signos
de juvenil heroicidad.
Te fuiste, amigo. ¡Nos veremos!

(De Paseando mis sueños)

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