martes, 4 de septiembre de 2012

En Cafarnjaún


    Mientras, en Nazaret, sus paisanos quieren despeñarlo para deshacerse de él, en Cafarnaún se admiran de los prodigios que hace, el poder de su palabra sobre los posesos y la autoridad con que habla, una autoridad que le sobreviene de encarnar en su lenguaje las verdades que el Padre le inspira.
    En Nazaret no pudo hacer prácticamente nada, porque, como nos dice el evangelista, no creían en él. En Cafarnaún realizará sus prodigios más sobresalientes. Es, por lo tanto, la fe la que abre las manos generosas de Jesús ante los alifafes y calamidades de los hombres. Cuando la fe cierra su ventana hacia la mirada amorosa de Dios, su dedo no halla tierra donde echar su semilla salvadora.
    Que él nos ayude a escuchar la palabra de su Hijo, para que obre en nosotros el milagro de tenerlo siempre cerca y adivinar la firmeza que da la fe a quienes la buscan y cultivan su amistad.

Reflexión: El veretrol y la movilidad anciana

    ¿Qué es eso tan raro del veretrol?    
    Lo leo en un noticiario digital. Concretamente, una periodista de QUO difunde la noticia de que una molécula presente en el vino tinto, podría servir para aliviar la torpeza en el andar de los ancianos, promoviendo su movilidad. ¡Estupendo! Si semejante remedio se hiciera realidad algún día -cosa que no suele suceder-, dejando de alimentar tanta promesa similar incumplida, sería estupendo ver cómo ancianos sometidos a una dieta sanitaria de veretrol, se alzan eufóricos de sus butacas mágicamente rejuvenecidos, dispuestos a dar la vuelta a España en bicicleta. ¡Venga aquí una ración de veretrol, que buena falta nos hace! ¡El mundo nos espera!

Rincón poético

    RÍO SECO

Las nubes, tan hurañas,
han desahuciado el río.
Puede cruzarse a pie. Sus peces últimos
chapotean muriéndose en las charcas
sin proferir un grito;
nadie les enseñó a hablar. Queda el siseo
brusco de los insectos.
Los arcos decaídos de las cañas
mantienen su verdor, amurallando
las riberas del río. Hay arenales
tendidos muellemente en las orillas,
encendidos de sol, que nadie pisa.
Ya ni se oye insolente
el escándalo verde
del croar de las ranas.
El río ya no es tal. El cauce sueña
abundantes crecidas otoñales.
Cuesta poco soñar. La vida es sueño.

(De Los labios del viento)

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