viernes, 21 de diciembre de 2012

Dichosa tú, María, que has creído

Es este el primer elogio  de la eficacia de la fe en los evangelios, y se hace encomiando la que María puso en la palabra de Dios, que le hace saber qué ocurrirá y cómo en el misterio de la encarnación de Dios en su propia carne.
Creer en algo tan inaudito no era fácil, la prueba es que se asusta atónita y tiene que ser tranquilizada, casi sedada, por las palabras entrañables de un sonriente ángel anunciador. 
Dichosa tú que has creído, de lo contrario no hubiera ocurrido en ti lo que deseaba Dios mismo. Dichosa tú, porque tu docilidad te ha impulsado a doblar la cabeza ante la majestad divina, como un junco, en armonía con el propósito salvador de Dios. Dichosa tú.
Dichosos todos los que a imitación suya tengan a bien ajustar sus deseos a los de Dios en todo momento, desde la simplicidad de una vida cuidadosa de calurosa y franca lealtad que Dios pone siempre en sus relaciones de amor para con nosotros.  


       Reflexión

Un Papa tuittero

¿Quién lo iba a pensar? ¡El papa, ante el ordenador o un tablet enviando mensajes a diestro y siniestro! Y no exageramos, porque ha alcanzado en pocos días la nada desdeñable cifra de a de 1.200. 000, un millón más que sobrado. Dicen que al dar sus primeros pasos como simple aprendiz, dudaba un tanto qué tecla había que pulsar. Inició su aventura modernizadora con un simple saludo “Querido amigos”. Algunos le llaman ya el Papa tuittero. Lo cierto es que la moderna pastoral no ha de desdeñar medio alguno para acercarse a la gente y hablarle de Jesús. ¡Bien por el Papa!


      Rincón poético

          SAN JUAN

San Juan, que has puesto en el pecho
del buen Jesús la cabeza, 
dime cómo palpitaba
su corazón, como quiera
que su amor no sabe orillas
y son firmes sus maneras.
Sólo a ti te permitió
que le auscultases tan cerca
el pulso con que su sangre
le palpitaba en las venas.
Dinos qué oíste, qué alondra 
le golpeaba con fuerza
las paredes de su pecho
encendido con mil velas..
¿Le angustiaba ya el aliento
de Judas, que quedaba allí tan cerca,
encubriendo su traición
a cambio de unas monedas? 
Jesús abría sus brazos;
Judas cerraba su puerta
al misterio de Jesús
con redomada cautela.
Mira a todos a través
de ojos de serpiente muerta.
Sapos hablaran por él.
Troncos de odio le abatieran.
¿Te has dado cuenta, san Juan?
San Juan, ¿no te has dado cuenta?.

(De Tu luz nos haga ver la luz)

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