martes, 11 de diciembre de 2012

La oveja perdida


    Es uno de los temas más recurrentes en el evangelio de Jesús, sus preferencias por aquellos que más le necesitan y entre ellos, están los descarriados. Defenderá esta postura suya contra quienes no comprenden que ha venido a salvarnos, y que no necesitan medicina los sanos, sino los enfermos, los pecadores.
    Con motivo de la conversión de la Magdalena, e igualmente cuando se sienta a la mesa con Zaqueo por idéntica razón o celebra con Mateo su elección como evangelizador de sus verdades, la gente unas veces y los fariseos otras, critican su acogida a cuantos necesitan volver a Dios. Y es el caso que los mismos fariseos entraban en el número de los que necesitaban de volver a él y no lo supieron advertir.
    Convertirse es obra que hay que renovar cada día. Unámonos a Jesús de la mejor manera posible, convirtiéndonos a él un día sí y otro también.

Reflexión: ¿Ingenio o talento?

    No es igual. El ingenio es la habilidad, o si se quiere, el talento para inventar. El talento es la capacidad para obtener buenos resultados en cualquier quehacer. El ingenioso requiere el talento, pero no al revés. Son dos maneras escalonadas de ejercer la inteligencia. Sólo que a veces el talento se anticipa al ingenio desde postulados más simples. Es lo del panadero que ha conseguido abaratar sensiblemente un alimento tan básico y necesario como lo es el pan. Preguntado por cómo era capaz de llegar a tales resultados, se limitó a informar que usaba harinas de menor calidad que la empleada corrientemente por los demás artesanos. Y ya tiene imitadores que recurren al mismo procedimiento.
    Ingenio o talento, lo que importa es que, como el panadero, hallen otros resultados similares en campos igualmente cruciales que hagan posible soportar el mal momento de la crisis.


Rincón poético

         ENSOÑACIÓN

Hubo un hombre montado sobre un sueño
cabalgando tendido entre sus blancas
crines de su corcel. Calcó horizontes
en sus ojos, y cuando no cabían
sacudía en el fondo de un paisaje
su equipaje de nubes y distancias,
y un llanto le bastaba para enhebrar la luz
otra vez en sus ojos.
Tienen alas los sueños de plumas luminosas
que los ojos no ven. Quien los cabalga
lleva engastado en el anillo
del corazón la sombra de una nube,
y en los acantilados de la sangre,
el tropezón sonoro de un mar embravecido.
Cielo y tierra al revés le ciñen con sus brazos
en su versión abstracta,
como fragancia de laurel
más allá de sus triunfos guerrilleros.
En los nichos del sueño
cabe todo. Dispone de alambiques
con que hornear imágenes,
matraces prodigiosos donde altera
sus colores la luz;
vapores amarillos que obnubilan
la táctil consistencia del barro que nos forma.
Es ocurrente,
es juguetón el sueño, veleidoso
el curso azul de sus caprichos vanos,
irresponsable la manera
de maltratarnos con sus pesadillas.
Caminar, navegar, ir a caballo
de los sueños, rescata
de la vulgaridad sucia del tiempo,
de semejate modo
a como la fragancia de una rosa,
de la agresividad de cada día
segrega su imprecisa levedad.
El sueño es el aroma de la vida.


(De Paseando mis sueños)

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