Lamenta aquí Jesús que la gente no sepa lo que quiere, como niños que juegan a bodas y entierro sin mover el ánimo de otros niños que les están mirando. No deja de ser un juego entre niños, pero lo grave es que ocurran también cosas semejantes entre personas adultas. Es lo que denuncia Jesús.
Tiene él presente dos hechos contrapuestos referidos a Juan y a él mismo. A Juan se le rechaza como a un tipo raro por su extrema austeridad, que ni come ni bebe. Pero están también los que rechazan las enseñanzas de Jesús, porque, a diferencia de Juan, no es una persona digna, ya que come y bebe, por lo que la crítica absurda le tilda de comilón y bebedor. Jesús ve infantilismo en tal manera de proceder
La crítica interesada no gusta de la objetividad; más bien, tiende a la caricatura inclemente. Siempre hay un lado débil por el que entrar a saco en la murmuración contra quien sea. A Jesús se le acusó de ir con pecadores; de querer derribar el templo; de que conspiraba contra los romanos; de que blasfemaba. Todo menos tratar de entender su palabra sabia, de dar un vuelco a la propia conducta más o menos descarriada y arrimar la propia vida a la suya ejemplar.
Hagámoslo nosotros, ahora que se nos acerca paso a paso, y esta vez, no para menospreciarlo una vez más, sino para acompañarle amorosamente siempre.
Reflexión: La fragancia de la rosa
Hay fragancias penetrantes y hasta escandalosas, embriagadoras, como la del galán de noche, y las hay recatadas, como la que efunde la rosa o el alhelí. El perfume de la rosa se nos antoja íntimo y requiere cercanía; no se exhibe ni llama la atención; es como un halo imperceptible que circunda pudorosamente la flor; un stradivarius de los aromas. Está muy lejos de los que inundan el ambiente desde la superficialidad ostentosa del derroche y la incontinencia. La rosa es perfecta de suyo y su aliento prefiere el comedimiento al fasto descarado. Su efluvio moderado invita a la elegancia de la sobriedad y al equilibrio de la proporción. No cortéis la rosa. Ahogaréis el sahumerio de su buen hacer.
Rincón poético
DIOS CON NOSOTROS
Soneto
El sol sigue su curso lentamente
dando vida a la tierra que habitamos.
No tiene prisa, aunque nosotros vamos,
a recaudo del tiempo, como fuente
que mana día y noche indiferente.
Es condición mortal de los humanos
dejarse avasallar, prietas las manos,
como quien rueda por una pendiente.
Que el sol siga su curso, que la fuente
continúe manando eternamente
y el tiempo juegue obseso con su dado.
Mas no hay fatalidad; hay providencia.
Lo dice sabiamente la evidencia
de saber que está Dios de nuestro lado.
(De Tu luz nos haga ver la luz)
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