sábado, 22 de diciembre de 2012

Proclama mi alma la grandeza del Señor


Lucas pone en labios de María este agradecido himno de reconocimiento de los favores que Dios ha derramado con abierta mano en el recogido espacio de su humildad más íntima. Sabe que alguien en quien Dios ha fijado su mirada de tan formidable y dadivosa manera, no podrá ocultar la manifiesta grandeza de tamaño don, y en consecuencia, desde ahora no podrá evitar que la bendigan incesantemente todas las generaciones.
La santidad y misericordia divina del nombre de Dios son la clave de gesta tal alta., consistente en dar de lado a la altivez desafiante de los poderosos y enaltecer gratuitamente la pequeñez de los humildes. 
Es la respuesta que da María a la gracia infinita de haber sido constituida Madre de Dios, noticia que gusta de compartir con sus allegados, como Isabel. Tres meses permanecerá en su compañía, porque la alegría de tener tan cerca a Dios no puede encerrarse sin más en la caja de caudales del silencio. Estar con ella, es estar con el Niño Dios que lleva en su seno, hecho carne, en la suya, barro de nuestro mismo barro.

Reflexión

El invierno está aquí

Oficialmente, ya estamos en invierno, porque así lo decreta la meteorología, no sin cierta petulancia. 
El invierno, como todas las estaciones anuales, es azaroso y da comienzo cuando quiere y como quiere, pronto o tarde, suavemente o grave y ceñudo. Le da mismo lo que establezca el hombre de ciencia. No sabe leer, es analfabeto. Eso sí; retrasarse, no suele retrasarse nunca; más bien rebasa los límites que le imponen como si no los hubiera. Y es que los límites estacionales son estimativos y no quedan trazados en parte alguna. El otoño no sólo le abre la puerta a su ámbito, sino que arrasa los campos y se lo deja todo mangas por hombro para que él complete el desaguisado después. Y así, el invierno viene a aposentarse en un ámbito tal que no le es extraño. Eso sí, el frío con su séquito de heladas y sus nieves ya están ocupando los picachos y lugares más altos del país, y nos llega con el séquito de sus tercos catarros y los lacrimosos constipados que nos retraen al cálido cobijo de casa o nos inmoviliza en el lecho, cuando la fiebre se nos sube a la cabeza como un vino seco y recio  de Cariñena.
Alaben el invierno las ratas de alcantarilla y los blasfemos de pervertida lengua. El invierno es una maldad


Rincón poético


        CONSIDERACIÓN

                 Soneto

Yo tengo en la ventana un mirador
por el que pasa el tiempo, día a día.
Hay tiempo de dolor y de alegría;
aunque más de alegría que dolor.

Pasa deprisa ahora, y a tenor
de sus prisas, no esperé que vendría
por mi interés. El tiempo antes tenía
otro talante tranquilizador.

De noche mi ventana mira al cielo.
No tienen prisa alguna las estrellas,
colgadas de sí mismas, y en pos de ellas,

se va hacia los espacios en un vuelo
mi reflexión contemplativa. Celos
de tan alta quietud imprimen huellas.

(De Tu luz nos haga ver la luz)

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