sábado, 1 de diciembre de 2012

Manteneos en pie

      Los descuidos se pagan caros cuando el descuido es grave. En las cosas que atañen a nuestra salvación, no hay margen para el error. Jesús avisa de que hay que mantenerse en pié, para no ser arrasados por la subitánea irrupción de Dios como un cataclismo tachando el tiempo y dando fin a la historia. Será un momento fulgurante de conmoción universal. Quienes hayan vivido de espaldas a Dios, no tendrán tiempo para rectificar de improvisada manera. Hay que estar a punto para ese encuentro definitivo con Dios.     

Reflexión: El arte de saber estar

    Uno hace suyos los éxitos y fracasos de equipos deportivos cuyos miembros ignoran quienes somos y cómo nos afectan sus triunfos y fracasos, y es que nos identificamos con todo un conjunto de quehaceres referenciales que hacen comunidad. Son modos de estar en el mundo formando parte de él, interesados en él, pendientes incluso de él; y  saber estar en él es lo que más importa. No siempre es fácil. El actor ha de saber estar en el escenario; el político ha de saber estar en el estrado, el sacerdote ante su público parroquial, el defensa, el portero de un equipo de futbol ha de saber estar en su sitio en el campo. Saber estar en el mundo que nos han prestado, requiere cuanto menos educación, aprendizaje y tiento, como para todo.

Rincón poético

EL COLOR DE LA SANGRE

Sobrecoge
el color de la sangre
en la punta acerada de una flecha,
en la herida del odio o el dolor,
manchándole al puñal la empuñadura
la mano pendenciera y asesina.
Grita la herida retorciéndose,
maldiciendo con ira la estocada.
como serpiente que ha pisado un toro,
como el ojo crispado de Caín.
El color de la sangre resucita
rencores, abre llagas
en los semáforos, fustiga
la espalda de los mártires, conculca
a embestidas de ciego pisotón,
los nudillos cerrados de la envidia,.
Grapas restañen los dos labios
con que gime la sangre en cada herida,
los ásperos gruñidos
de un antiguo cariño traicionado,
la palabra falaz que relamía
eterna bienandanza.
Su vigor nos recorra por los dedos
del rosal que nos vive. Que florezca
su aroma en cada flor. La rosa lleva
un corazón sangrante a flor de piel,
que custodian espinas vigilantes.


(De Paseando mis sueños)

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