domingo, 9 de diciembre de 2012

San Juan Bautista



    Dos figuras nos propone hoy la liturgia como acompañantes e indicadores del camino, durante el Adviento para prepararnos dignamente ante la venida de Jesús: María, que interviene decisivamente en esa venida encarnando al Hijo de Dios en sí misma, y Juan Bautista, que nos revela la presencia de Jesús entre los hombres y nos indica el camino que va a él.
    Hoy celebramos la memoria de san Juan Bautista, quien, a punto de comenzar Jesús su vida pública, no sólo lo presenta en sociedad anunciando su esperada presencia, sino que enseña a la gente el modo de ajustar la propia vida a la nueva situación espiritual que plantea al hombre la acción directa de Dios en el mundo, ahora no ya desde la lejanía de sus cielos, salvada apenas por mediaciones proféticas, sino desde la inmediatez de la misma realidad del Hijo de Dios encarnado en el hombre, a nuestra misma altura.
    Dios ahora está con nosotros dando sentido a toda la historia de la salvación. Si un proceso se entiende desde la finalidad que persigue, Cristo, por quien todo fue hecho, da sentido a todo el AT. y ya entre nosotros, su palabra nos  habla de tú a tú. De hecho, en los evangelios, los diálogos de la gente con Jesús son frecuentes y determinantes de la doctrina salvadora que nos imparte, y algunos de ellos, como el de Nicodemo o la samaritana, son inolvidables.
      Viendo y sabiendo que Dios sale a nuestro encuentro, nos sentimos emplazados irremediablemente a volver a él, a convertirnos, ya que él se nos ha adelantado, inaugurando así, con su venida, ese movimiento de acercamiento mutuo que es el ambiente de nuestra conversión.
       Convertirse es procurar ser como él espera de nosotros que seamos, convertirse es despojarse de todo lo que no es Dios, dar de lado a todo lo que se opone a la presencia de Dios.
       Camino de Belén, dejemos, pues, que Juan nos bautice con su agua limpia, hasta que lo haga Jesús con el fuego y la gracia de su Espíritu. 

Reflexión : Las estamptas y el rigor pictórico

    La madurez de la cultura religiosa de los fieles conlleva un cambio de sensibilidad  en conformidad de la formación religiosa recibida, que radica en un mejor conocimiento de los valores evangélicos y una corrección en la implicación del sentimiento, tan proclive a confundir la devoción con la superstición. No basta tampoco con los sentimientos. Hay que cohonestar sentimiento y conocimiento de Dios y su palabra. El reflejo más inmediato se advierte en las estampitas melosas rayando en cursilería, impropias de la autenticidad de los misterios evangélicos y la verdad sin remilgos de nuestra fe. Los pintores de raigambre cristiana de todos los tiempos son un referente admirable que ilustra esta aserción, de modo que más que suscitar sentimientos, intentan reflejar la trascendencia de de todo lo que nos habla de Dios.



Rincón poético




JESÚS TAMBIÉN SOÑABA

Jesús también soñaba.
Todos los hombres sueñan.
Soñaba que la lluvia
de su palabra nueva
llenaba el corazón,
calaba en las conciencias,
fundaba un mundo donde
era el amor su enseña.
Soñaba que su reino
cundía, de manera
que todos se agolpaban
para entrar por su puerta.

Soñaba que la fe
removía una higuera,
que escuchaban escribas
piadosos sus promesas,
que el ojo de la aguja
camellos lo atraviesan,
que entre el trigo moría

la cizaña perversa.
Soñaba que soñaba
tres cruces de madera
donde su sangre ardía,

y al fondo de la hoguera,
crepitaba el pecado el pecado.
Él ponía la yesca.




(De Paseando mis sueños)

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