martes, 4 de diciembre de 2012

La acción de gracias

    Los discípulos regresan de su gira apostólica, satisfechos de comprobar con qué abundancia llueve la gracia de Dios sobre los hombres, cuando resuena en sus corazones la palabra divina. Y Jesús, lleno del don espiritual de la alegría, prorrumpe en bendiciones a Dios, según la fórmula ordinaria en las plegarias judías.
    A lo largo de la jornada, se invitaba a los judíos a dar gracias a Dios bendiciéndole por sus beneficios. Bendito sea Dios por este don; bendito sea por aquel otro. Es un tipo de plegaria que Jesús empleaba cada vez que hablaba al Padre, cada vez que el Espíritu le confería un don o le desvelaba una verdad. En esta ocasión le agradece que revele a los más humildes, como lo eran aquellos rudos marineros, lo que niega a veces a los mismos letrados y sabios de este mundo, que le evitan y tienen preterido, desde la altanería


Reflexión: Siete veces siete

    Jesús enseña la obviedad cristiana del perdón, como consecuencia ineludible de amar a todos. Quien no perdona, está dejando de amar. Y Pedro, tan simplón a veces, quiere saber si es suficiente con perdonar siete veces. El número siete, consagrado por los días de la creación, se usa como icono de la perfección en las cosas de este mundo. Pedro no ha comprendido. No ve que a lo que exhorta Jesús es a crear en el ánimo la actitud propia del que ha de amar a los demás tanto como a sí mismo. Pedro habla objetivamente de hechos contables.
    -¿Siete veces? ¡Siempre!, le corrige Jesús.
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Rincón poético

LA PUERTA ESTRECHA

Es estrecha tu puerta, porque el ojo
de la aguja es estrecho,
una rendija entre sillares,
un apretón acaso, una fisura
que no hiende una uña.
Y esa es tu puerta, inscrita
entre pilares de exigencia,
entre orillas rampantes,
entre estrictos linderos excluyentes
porque no alcanzas la medida exacta
del esmerado amor que a Dios define.
El amor es la llave.
Dilata la estrechez de tus demandas,
porque cometes la torpeza
de tantearte a oscuras. Pon tu frente
en las manos de Dios.
Dentro del corazón
puede él abrir la puerta
que da hacia ti. No necesita
tener abierta él la ventana
para verte mejor. Lo llevas dentro.

(De Paseando mis sueños)

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