San Esteban es el primer mártir de la Iglesia, que por su palabra fogosa y la rotunda claridad de su predicación que no admitía fácil réplica, desconcertaba a sus adversarios, hasta el punto de que, nerviosos, no hallan otro recurso para hacerlo callar que apedrearlo hasta la muerte.
Ocurre todo esto en la Sinagoga de los libertos, desde donde lo sacan a empellones al exterior de las murallas. Los cristianos vieron muy pronto cómo Esteban respondía cabalmente a la perfecta condición del seguidor del Cristo, y su ejemplo cundió como un incendio por todas las comunidades cristianas, de modo que en las persecuciones que empezó a sufrir la Iglesia, ya desde sus comienzos, fue tenido como testigo luminoso de la fe de Cristo, cuyo audaz testimonio merecía la pena difundir e imitar, convertido su ejemplo en el mejor estímulo para enfrentarse a toda suerte de asechanzas.
Reflexión
Jesús y los hombres
En el DNI de Jesús consta que nació en Belén, a la luz de una estrella extraña, y que sus padres fueron José, descendiente de David y María. Ese DNI no lo hubiera firmado nunca ni la mano del diablo. Figura en él lo que creen los hombres que desconocen a Jesús. Cierto que Jesús es hijo de María, porque el dedo creador de Dios puso su huella dactilar en sus entrañas. Pero José, que es hombre, se limita, como padre adoptivo a proteger y educar a Jesús, hasta hacer de él un hombre de bien. ¡Que buena persona debió de ser! Los hombres, erre que erre, como la burra que trilla el trigo, se empeñarán en que Jesús es hijo del carpintero. ¡Pues no señor! No siempre el reloj de arena de los hombres ajusta su hora a la del misterioso reloj sin tiempo de Dios.
Rincón poético
VILLANCICO DE JESÚS RECIÉN NACIDO
Ya ha visto a Jesús
la Virgen María.
Lo tiene en su brazos,
lo besa, lo mima.
¿Es Dios este Niño
que llora y la mira?
- Dios está en mis manos.
¡Oh, qué maravilla!
San José está serio.
Su esposa María
tiene a Dios tan cerca,
que no lo creería.
- ¡Cuidado, que es Dios
¡Cuidado, que es mía
la función que incumbe
velar por su vida!
¡Que no se te caiga
al suelo, María!
- ¿Qué estará mirando?
-san José decía-.
Los ojos del Niño
miraban, reían,
al ver que una estrella
en el cielo ardía.
- Esa estrella es tuya.
y es Dios quuien la envía
(De Tu luz nos haga ver la luz)
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