Reflexión: El paso de cebra
Al que se le ocurrió tan selvático nombrecito, no le faltaba alguna noción de velada socarronería. El paso de cebra no tiene nada de divertido, sino de peligrosa y azarosa aventura ciudadana en la que te lo juegas todo, como en la lotería el entristecido y desesperado parado crónico. Han de coincidir en su uso pedestre la prudencia de quienes transitan por él cargados de años y van como tropezando en todo, y los conductores, que contra su insobornable impaciencia han de observar las normas con preocupada cortesía, esa cosa que salió de los salones nobiliarios y desertó luego de las calzadas y otros lugares de desencuentro. El conductor, porque desde la temeridad, se arriesga a incurrir en atropello, y el peatón, porque ha de sumar a su propia imprudencia la del conductor bisoño o maleducado. Aquí lo de menos es tener razón; importa más salir indemne del lance. A todos conviene tener tacto y buena educación. Nos va en ello la vida.
Rincón poético
VÍCTIMA INOCENTE
Desde que escaló Jesús
la cruz por sus propios pasos,
siempre ha habido un inocente
a los pies de los caballos.
Gustan colgar de la percha
de los otros nuestros fallos
y echar la culpa a la luna
de que el sol vuele tan alto.
¿Por qué culpar a la acera
de que le talen los árboles,
ni que se desborde el río,
a la fiereza del rayo?
¿Tienen culpa las palabras
de lo que yo voy hablando,
ni que el águila descienda
hasta un gorrión en picado?
Las cosas son como son,
no como las deseamos.
No le mintáis nunca al mundo
vuestros delirios malsanos,
ni altere nunca el reloj
de este mundo que pisamos
la insania de nuestras prisas.
Dios le dio cuerda al espacio.
Dejad que el tiempo transcurra,
como siempre, paso a paso.
(De Haciendo camino)
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