viernes, 25 de mayo de 2012

¿Me amas más que estos?

    Jesús pregunta tres veces a Pedro si lo ama más que los demás, a lo que asiente Pedro sin dudarlo, si bien un tanto receloso porque no parece que Jesús confíe demasiado en sus respuestas. Y las tres veces, como un remoquete, le encomienda Jesús que pastoree a su Iglesia. Tes veces le había negado Pedro durante la Pasión.
    Sólo quien es capaz de amar a la Iglesia como la ama Jesús, está capacitado para cargar sobre sus hombros la onerosa cruz que habrá de presidir a todo riesgo. Con el tiempo, sabrá Pedro la dureza de rendir su vida en el charco del martirio, a los pies de la eterna cruz de Cristo.


Reflexión: La luz de la vida

    El prólogo del evangelio según san Juan, utiliza el término luz como símbolo de la vida. Lo cierto es que, sin luz, los seres vivos son minoritarios. La vida necesita de la luz para medrar. Hay seres vivos en lo profundo de cuevas donde es remisa la luz y en las fosas abisales de las profundidades marinas, donde adquieren extrañaa formas que sobrecogen y asustan. La luz es a los ojos lo que la inteligencia a todo ejercicio mental, y de ahí que el concepto de lucidez mental resulte tan antiguo. Sin luz, el hombre queda seriamente entorpecido.
    Goza mi ventana de una amplitud por donde la luz entra a raudales y es un placer sentirse uno envuelto en tanta claridad. Sin duda alguna, la luz es jubilosa y reparte alegría entre quienes la disfrutan. Es la alegría de la vida misma.


 Rincón poético
    
     CON AHÍNCO

Debajo de la tierra forcejean
intrépidas raíces,
esa confusa cabellera
al revés, invertida
fronda, del árbol centenario,
horadando la tierra.
No ven y se abren paso a ciegas,
como oscuro minero entre apretadas
paredes de carbón.

El ahínco es compacto.
El ahínco se advierte
en la obsesión de pervivir la piedra.
Consolida el ahínco
el afán de salvar
montañas y horizontes la tormenta
y a manotazos desairados
de furia y de violencia,
Está en la terquedad
de golpear cantiles
el encono del mar.

Está en la reciedumbre de la fe.
El mallo de la fe tritura rocas
allana alcores, asola castillos.
Es el brazo de Dios configurando
el corazón de carne que él nos hizo
con el barro insensible de la tierra.

(De Haciendo camino)

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