miércoles, 16 de mayo de 2012

Todo lo del Padre es mío

    El Espíritu de Dios, aposentado en la Iglesia, hará saber todo aquello que sus discípulos no han sido capaces de entender, y Jesús le comunicará, de modo que, como todo lo del Padre es suyo, Jesús puede revelar las verdades del Padre que son sus propias verdades, para que el Espíritu de Dios preste a los creyentes  la asistencia que necesiten y dé a la Iglesia el rumbo que haya de seguir en todo momento.   
    El Espíritu lo recibimos en el bautismo, nos habita desde entonces, y al hacernos hijos de Dios, la vivencia de un mismo Espíritu por todos, da unidad a la Iglesia de Dios, congregándonos en torno a la fe en Cristo.

Reflexión: La memoria

    Hace unas décadas, gente hostil a la enseñanza del momento acusaban a los centros educativos de valorar la memoria en exceso. Se modernizó la enseñanza según nuevos criterios tachando el uso de la memoria cuanto se pudo, y en la misma medida, el nivel de conocimientos del joven y sufrido estudiante descendió y sigue descendiendo de modo alarmante. El ideal era aprender sin esfuerzo, llanamente, para lo que se bajó el listón de toda exigencia.
    Nuestra memoria, según recuerda un periodista, Jorge Alcalde, tiene capacidad para albergar “tres millones de horas de video reproduciéndose permanentemente durante 3000 millones de años”. Nuestros cien millones de neuronas pueden llegar a procesar 2,5 petabites de información. (Un petabyte es una unidad de información equivalente a 1015 bytes).
    El periodista cree que se llegará a disponer, más bien pronto, de ordenadores que alcancen semejante capacidad cognoscitiva.

Rincón poético

LA BRISA DE DIOS

Señor, no te veo;
te llego a entrever
en cosas sencillas
que yo bien me sé.
Siempre luminoso,
quiero suponer
rendijas y atisbos
que te dejen ver.
Apenas se mueve
tu brisa, ¡qué bien
se percibe al punto
el suave vaivén
de tu cercanía!
Aunque, alguna vez,
tu oleaje azota
bravío mi ser.
Como a Pablo, un día,
me hiciste caer
de mis arrogancias,
de mi incuria infiel.
Lamento que algunos
no te sepan bien.
Hay quienes te niegan
y los hay también
que crucificaran
tu sangre otra vez.
¡Ábreles los ojos,
que te puedan ver!
Sabrán con qué gozo
se vive después.

(De Haciendo camino)

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