¿Cómo un hombre corriente puede arrogarse que sea pan del cielo y que dé vida eterna a los demás?, piensan ellos. A lo que cabe retrucar: ¿Cómo ha de ser entonces el Hijo de Dios en su condición de Mesías? ¿Ha de aparecer rutilante, rodeado de resplandores donde se transparente su divinidad? Aparte de que en algún sitio ha de nacer y se sabrá quiénes serán sus padres.
A ese hombre corriente lo han visto multiplicar el pan de modo inagotable, ha curado a ciegos, cojos, paralíticos, leprosos, ha devuelto la vida a difuntos, cosa que sólo puede hacer el dueño de la vida, ¿y no puede hacer partícipes de esa vida eterna a los demás?
Jesús insiste en que vivirá eternamente quien crea en su palabra, esa que estaba junto a Dios, que procede de él y es eterna, y quien se identifique con ella, vivirá eternamente también. Yo soy el pan vivo bajado del cielo: Quien come de este pan, vivirá para siempre.
Reflexión: Consideración sobre la muerte
La muerte no es final del camino, sino de la noche. La muerte es despertar a la luz de Dios, donde confluyen todos los caminos, los que huelen a trigo y los que huelen a la aspereza inútil de la cizaña. Creo que la mano de Dios cuida de la mies en los trigales y no le disgustan las heridas de la amapola. Del trigo amasó su pan y hay mucho de amapola en el cáliz que él bebió primero. Lo peor que le puede ocurrir a la cizaña es que se la olvide.
No tenemos de la muerte más experiencia que la de haber visto como retuerce la vida de los demás. En la muerte tendemos a ver sólo el dolor del vacío que nos deja, y cuesta no dejarse llevar por la supuesta certeza de que, con la muerte, hemos perdido para siempre a un ser querido. Es eso justamente lo que les ocurre a los discípulos de Jesús, cuando ha muerto en la cruz y no ven más allá, hasta que le descubren otra vez tan vivo como ellos mismos. Esta otra perspectiva tan distinta es la de la fe. La muerte no es el final del camino, si no la ventana que se abre a la luz al final de la noche.
No tenemos de la muerte más experiencia que la de haber visto como retuerce la vida de los demás. En la muerte tendemos a ver sólo el dolor del vacío que nos deja, y cuesta no dejarse llevar por la supuesta certeza de que, con la muerte, hemos perdido para siempre a un ser querido. Es eso justamente lo que les ocurre a los discípulos de Jesús, cuando ha muerto en la cruz y no ven más allá, hasta que le descubren otra vez tan vivo como ellos mismos. Esta otra perspectiva tan distinta es la de la fe. La muerte no es el final del camino, si no la ventana que se abre a la luz al final de la noche.
Rincón poético
“LA NECEDAD DE LA PREDICACIÓN”
Predicar al hombre,
si el hombre no escucha,
es poner dinero
fuera de la hucha.
Hace maravillas
la predicación
cuando habla la fe
y escucha el amor.
Di sinceramente
cuanto has de decir,
que es Dios quien te inspira
tu palabra, al fin.
Quien habita a Cristo
mora en ti también.
No eres tú quien habla,
no eres tú, que es él.
Porque no es la tierra
quien produce el grano,
sino que es la espiga
en medio del campo.
Ni creas que entonces
lo has hecho tú todo.
Te queda el recurso
de tu testimonio.
(De Los labios del viento)
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