lunes, 13 de agosto de 2012

El tributo del templo

       Puede acontecer que el cumplimiento de las leyes sociales nos pongan en un serio aprieto, que es lo que le ocurre aquí a Jesús, por lo que hace ver a Pedro lo absurdo de que los hombres le hagan pagar tributo religioso a Dios. No deja de ser un buen ejemplo de cómo hemos de atenernos a lo establecido. Cumplir con las leyes es una contribución al bien común, porque es contribuir al orden social, obligación que nos atañe en muy primer lugar a los cristianos. Sólo cuando la ley repugna a nuestra conciencia, debemos eximirnos de su cumplimiento y podemos mostrar nuestras convicciones de modo correcto y razonable. Es el problema de conciencia que ocasiona a los médicos cristianos la ley permisiva del aborto. Nadie puede obligar a otro a proceder contra su fe y conciencia moral. Los primitivos cristianos morían mártires de heroica manera por oponerse a normas paganas que contradecían su fe.
    Tal vez, con ese portento del pececillo del lago, nos está insinuando aquí Jesús que no hay que desesperar nunca de la ayuda divina en los mayores aprietos, incluso más allá de nuestras ordinarias esperanzas.

Reflexión: La memoria

    Durante mucho tiempo, se menospreció la memoria como factor enriquecedor de la mente, y la cultura se cifraba en la capacidad de entender cuantas más cosas mejor, por más que no se retuvieran en la mente, y sobre esa base se gestó un nuevo sistema de enseñanza donde descendió sensiblemente el caudal de nociones que venía fijando la memoria, por más que no estuviera reñido lo uno con lo otro. Hoy la memoria se ha convertido en un depósito insondable de datos en los entresijos del ordenador, donde la capacidad de memorizar ha ido en acelerado aumento. Un ordenador de escasa memoria es un ordenador mediocre. Hemos derivado hacia una máquina electrónica lo que antes confiábamos a nuestra capacidad retentiva. Y la memoria se ha revalorizado, por más que al ordenador, experto en rutinas, no le asista la inteligencia.

Rincón poético

       DIOS OCULTO

Te sabemos, Señor, como se puden
saber los laberintos de un enigma,
la parte esmerilada de un misterio
que permite entrever
la luz de tus verdades.
Te quisiera saber más hondamente.
Yo te escucho y quisiera
seguir el derrotero
que toma tu camino,
desbrozando retamas y jarales.
Sé, mi Señor, que no te dejas ver,
que es pronto todavía,
que sólo adivinamos
atisbos de la gloria que te envuelve.
Tu palabra es la puerta.
La tea del amor la reconoce,
la fe tiene la llave.
Y nada más. Lo acepto porque sé
que es pronto todavía.
Qué suerte tiene el río.
Refleja el cielo, lo hace suyo
y a su vez deja ver
el dorado trasfondo de su arena.

(De Los labios del viento)

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