viernes, 31 de agosto de 2012

Salir al encuentro

    Jesús propone a sus oyentes una parábola de gran plasticidad, las circunstancias propicias o azarosas de su imprevista venida al final de los tiempos. Cinco de diez doncellas que esperan al esposo, como tarda en llegar, se echan a dormir y descuidan el aderezo de las lámparas. Entienden que siempre hay tiempo. 
    Se trata del encuentro definitivo con Dios. Unos están siempre preparados; otros se descuidan. Jesús llama sensatos a unos y necios a los otros. Gusta de la puntualidad.
    La sensatez frente a la necedad ocupa en la Escritura la antinomia de la divina sabiduría. El que vive con Dios y para Dios, ése sabe y es sensato; quien vive devanando su tiempo en cosas vanas y pasajeras, ése no sabe nada y es necio. Y Jesús sigue llegando paso a paso, de manera alarmante para muchos. Aprendamos a salir gozosos a su encuentro, manteniendo la lámpara de nuestra fe y nuestro amor siempre a punto.

Reflexión: Amigos para siempre

    Una de las cosas más gratas del evangelio según lo redacta san Juan es la constatación de que Jesús se complace en permanecer con sus amigos, y le manifiesta al Padre su deseo de que estén con él siempre estos discípulos suyos que les confió, porque les ha amado tanto como el Padre le amó a él. Fruto de ese amor, les ha dado a conocer el misterio trinitario, que es tanto como darles a conocer su intimidad divina, con las razones por las que fue enviado al mundo, para que gocen del amor de Dios al hombre, compartido con él mismo, sujeto humano de la redención salvadora.
    Son poderosas las razones de Jesús para que todos cuantos le conozcan, sean una misma cosa con él en el amor, a fin de merecer que también a nosotros nos considere amigos suyos.

Rincón poético

        DISCRIMINACIÓN

No todos volveremos a ser polvo.
Algunos serán piedra, empedernido
el corazón. También
serán trigo sembrado y renacido,
quienes recobren jubilosamente
el aliento de Dios. Transfigurados,
envolverá la luz su último sueño
de saberse cercanos
de un Dios crucificado y renacido.
¿Qué no darían los profetas
por oírle también y acompañarle
de palabra en palabra
por las estrechas sendas del Jordán?
¡Qué pena que regresen
al polvo y se hagan piedra,
náufragos ellos de la vida en tierra,
los que nunca han sabido
que Dios estaba donde el mar comienza.

(De Los labios del viento?

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