miércoles, 1 de agosto de 2012

Vender y comprar


    Las parábolas del tesoro escondido y la del comerciante en perlas finas, tan sencillas y breves, apenas si necesitan explicación alguna para su comprensión; se comentan por sí solas. Vienen a ser como la realización de las normas del seguimiento establecida por Jesús, consistentes en dejarlo todo por el tesoro que es siempre poseer a Dios. Aquí se pone de relieve el superior valor de lo que se alcanza, respecto a lo que se deja, de modo que ese desprendimiento viene a ser el precio que se paga por la obtención ventajosa de un bien de incalculable valor, el Reino.
      Los apóstoles valoraban el hecho de haberlo dejado todo por seguir a Cristo, quien  enseña aquí que la superior riqueza del reino, es un tesoro que sobrepuja el precio de todo lo que el hombre pueda aportar a cambio. Ya no es la mera indicación de lo que hay que hacer para seguir a Jesús, sino lo mucho que ganamos en el cambio de nuestras cosas, tantas veces mezquinas, por las cosas de Dios. Lo cierto es que Dios nos sale siempre barato.

Reflexión: El sello

    Un escrito, para que adquiera garantía legal, no basta con la firma del interesado; necesita del sello correspondiente de la entidad que emite ese documento. Los artilugios que imprimen esos sellos en el papel, hoy día abundan en formas que facilitan su uso, y el sello confeccionado en goma, se ajusta fácilmente a la presión ejercida sobre el mango.
    Se conservan sellos de edades remotas realizados en anillos que presionaban el barro sobre el que figuraba el texto, antes de someterlo a cocción. Están también los de plomo que apretaban una cinta unida al documento, como los de origen papal. Sellos hubo que lacraban un sobre o un libro de contenido reservado o secreto. A ello alude el Apocalipsis, cuando se le otorga al Codero abrir los siete sellos del libro sagrado.





Rincón poético


EL MISTERIO DE UNA FLOR

Me encanta el misterio
que envuelve las flores.
De ésta que contemplo,
¿cuál será su nombre?
De día, sus labios
muestran el derroche
de una amplia paleta
rica de colores;
se cierra despacio
al llegar de puntillas la noche.

¡Una humilde flor
perdida en el bosque!
¿Sabrá que la mano
que elevó los montes,
creó la belleza
que admiran en ella los hombres?
¿Sabrá que la miran?
¿Sabrá por qué y dónde?
Del aliento divino, el aroma
es vestigio e imagen más noble.

(De Los labios del viento)

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